domingo, 5 de febrero de 2012

Y construyó castillos en el aire

Y construyó, castillos en aire
a pleno sol, con nubes de algodón,
en un lugar, adonde nunca nadie
pudo llegar usando la razón.


El 13 de diciembre de 2007, en la edición electrónica de un periódico aparecía la siguiente información: “No pudo ser en Dubai, no pudo ser en Francia, pero va a ser en el desierto de Los Monegros. De la arena surgirán 32 casinos, 70 hoteles, 232 restaurantes, 500 comercios, un campo de golf, un hipódromo, una plaza de toros, un cámping, réplicas de las pirámides egipcias, de los templos romanos y hasta una del Pentágono que servirá de hotel para Spyland, un parque temático sobre el espionaje. Se llamará Gran Scala y necesita una inversión de 17.000 millones de euros para convertir el desierto en una tierra de espías y tragaperras”. En aquel momento, cuando a la burbuja inmobiliaria empezaban a saltarle las costuras, el anuncio de esta inversión que reactivaría la economía de Los Monegros, una desértica comarca aragonesa, fue celebrado con gran pompa y entusiasmo. Sin embargo el proyecto fue languideciendo hasta quedar enterrado por la arena.

Cinco años más tarde, como una duna desplazada por el viento, la noticia de un nuevo intento de crear un “Little Las Vegas” apareció en el mismo periódico: “Sheldon Adelson, ha ofrecido al Estado, la Comunidad y el Ayuntamiento invertir 16.900 millones de euros y crear nada menos que 261.000 empleos en un macrocomplejo de juego y ocio con 12 hoteles, seis casinos, tres campos de golf, decenas de restaurantes y un estadio para 17.000 espectadores.” En esta ocasión el inversor, aprovechando el páramo en el que se ha convertido nuestro mercado de trabajo, exigió como contrapartida a su presunta inversión (a realizar en un periodo de trece años), unas condiciones que si hubieran sido presentadas por una nación, en lugar de por una multinacional, ya se hubiera decretado la movilización general o como mínimo el tema hubiera llegado al Consejo de Seguridad de la ONU. Nada de eso ha ocurrido, sino más bien todo lo contrario. La Presidenta de la Comunidad de Madrid, como en su momento los políticos aragoneses, se dejó llevar por el entusiasmo y ella, tan proclive a la sobreactuación, afirmaba, con la firmeza mediática que la caracteriza, que se cambiarían todas las leyes que fueran necesarias para la realización del proyecto, apelando a las altas tasas de desempleo para ceder a unas pretensiones que se asemejan mucho a una extorsión.

Posiblemente con este proyecto se repita la historia, la de Los Monegros o la de Terra Mítica, ese parque temático que arrastra problemas económicos desde su inauguración y que el tiempo ha demostrado que solo fue un decorado para ocultar un fallido y enorme pelotazo urbanístico. Es cierto, nuestro país necesita urgentemente una política económica que cree empleo estable y de calidad (Aunque lamentablemente la recuperación económica solo llegará cuando la derecha europea y española hayan alcanzado sus objetivos ideológicos). Sin embargo una parte de nuestros políticos siguen empeñados en apostar por el modelo basado en el ladrillo y como ya no hay inversores ni compradores, recurren como último remedio a construir castillos en el aire, pensando quizá que los trabajos imaginarios también llenan los estómagos y pagan las hipotecas. Y como cantó Alberto Cortez: Acaba aquí la historia del idiota que por el aire, como el aire libre, quiso volar igual que las gaviotas… pero eso es imposible… ¿O no?

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