martes, 19 de junio de 2012

Un hombre de su tiempo

Una niña escocesa de nueve años tuvo una sencilla idea, genial por su simplicidad, la de abrir un blog para fotografiar la comida servida en la escuela, invitando a otros niños a participar, resaltando que era importante incluir en los comentarios asociados a los platos, el número de pelos encontrados. Por curiosidad miré alguna de las fotos publicadas y debo reconocer que cualquiera de los menús mostrados tiene la virtud de quitar las ganas de comer, el hambre ya es otra historia. Lo más llamativo fue la reacción del centro escolar, que lejos de presentar sus excusas por los posibles pelos y su innegable contribución a la anorexia infantil, se limitó a prohibir el blog, alegando, con mucho descaro y ganas de despertar las conciencias en estos tiempos de altas tasas de desempleo, la posibilidad de que los trabajadores de las empresas de catering pudieran perder sus empleos.

El director del centro demostró ser un hombre de su tiempo, un tipo capaz de articular una respuesta de acuerdo a las circunstancias en las que vivimos, un claro ejemplo de mimetismo que merece ser tomado en consideración. Nada de excusas o dimisiones, directamente pasa de todas esas antiguas y decrépitas cuestiones relacionadas con la responsabilidad y se apunta al carro de prohibir exhibir la realidad alegando causa mayor. No limita el derecho a la libertad de expresión porque tenga los genes de un fascista, sino por el bien de unos trabajadores mal formados y peor pagados que no conocen la importancia de utilizar redes para el cabello cuando se manipulan alimentos.

Más allá de la cuestión alimenticia está la cuestión educativa. La censura ejercida por un “profesor” en un trabajo escolar, solo porque el tema tratado lo pone en un aprieto, da pie a pensar qué tipo de personas quieren formar o si realmente se toman en serio la educación. Educar, desde mi ignorante y humilde punto de vista, debería consistir en dotar al niño de todos los instrumentos necesarios para comprender, interpretar y cambiar, si lo considera necesario, la realidad individual o social. La educación, en resumidas cuentas, es dar a las personas la oportunidad, solo la oportunidad, de tener un futuro. Sin embargo parece ser están empeñados no solo en aborregar a nuestros jóvenes, sino también en inculcarles el sano arte de la autocensura, del miedo a ser suspendidos si no son capaces de aprender a callar cada vez que alguien considera que el silencio beneficia sus intereses.

Ese director es un hombre de su tiempo, un cómplice bien dispuesto a echar a perder toda una generación de hombres y mujeres, convirtiendo sus cerebros en carnaza de “reality show”. O quizá solo está siendo coherente con estos tiempos canallas y exige silencio porque alguna comisión peligra.

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