Dicen que gracias a ciertos fármacos será posible olvidar, borrar nuestros recuerdos desagradables, enterrarlos en el vacío de la amnesia y construir nuestra identidad a partir de porciones de nuestra memoria. No obstante, el proceso no estará libre de riesgos. En nuestro deseo de exiliar las punzadas que a veces nos trae el pasado, también podremos condenar involuntariamente al olvido aquellos otros momentos que nos hicieron reír. Y siempre habrá personas dispuestas a asumir ese riesgo, a interrumpir su memoria tras cada desengaño o fracaso.
No debemos escandalizarnos porque hurguen en nuestros cerebros para hacernos más felices, ya existen cirujanos capaces de moldear nuestros cuerpos, cortando tejidos e insertando silicona. La ecuación estará completa, nuestras mentes y nuestros cuerpos serán como nosotros deseamos. El bisturí y los fármacos serán los instrumentos sobre los que construiremos nuestras máquinas del tiempo, las herramientas que nos permitirán volver atrás y cambiar los acontecimientos, aunque ese nuevo pasado solo sea una farsa ensayada en quirófanos y divanes. No debemos preocuparnos de esos vacíos en nuestra memoria, de nuevo la ciencia acudirá en nuestra ayuda y nos ofrecerá amplios catálogos de recuerdos, de guiones que convertirán nuestra existencia en una sucesión de éxitos y triunfos.
Aunque nunca se sabe y quizá tras esa experiencia de reconstrucción, coincidamos con una desconocida que haya escogido el mismo catálogo de recuerdos. Quizá, si el encuentro se produce, nuestra soledad se trunque, gracias a la ciencia, a los lugares comunes y a los tópicos cinematográficos, tal vez al fin podamos encontrar a nuestra alma gemela. Para qué madurar, aprender o asumir riesgos, para qué esforzarse en construirnos sobre nuestros aciertos y defectos. Porqué aceptarnos tal como somos, si las pastillas y la silicona pueden darnos un alma y un cuerpo.
No debemos escandalizarnos porque hurguen en nuestros cerebros para hacernos más felices, ya existen cirujanos capaces de moldear nuestros cuerpos, cortando tejidos e insertando silicona. La ecuación estará completa, nuestras mentes y nuestros cuerpos serán como nosotros deseamos. El bisturí y los fármacos serán los instrumentos sobre los que construiremos nuestras máquinas del tiempo, las herramientas que nos permitirán volver atrás y cambiar los acontecimientos, aunque ese nuevo pasado solo sea una farsa ensayada en quirófanos y divanes. No debemos preocuparnos de esos vacíos en nuestra memoria, de nuevo la ciencia acudirá en nuestra ayuda y nos ofrecerá amplios catálogos de recuerdos, de guiones que convertirán nuestra existencia en una sucesión de éxitos y triunfos.
Aunque nunca se sabe y quizá tras esa experiencia de reconstrucción, coincidamos con una desconocida que haya escogido el mismo catálogo de recuerdos. Quizá, si el encuentro se produce, nuestra soledad se trunque, gracias a la ciencia, a los lugares comunes y a los tópicos cinematográficos, tal vez al fin podamos encontrar a nuestra alma gemela. Para qué madurar, aprender o asumir riesgos, para qué esforzarse en construirnos sobre nuestros aciertos y defectos. Porqué aceptarnos tal como somos, si las pastillas y la silicona pueden darnos un alma y un cuerpo.
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