domingo, 31 de mayo de 2009

Internados: ¿El fin de la inocencia?

No es necesario citar el informe, todos hemos conocido como los internados públicos irlandeses eran gestionados por la Iglesia Católica de forma brutal y perversa. Los malos tratos y los abusos sexuales, fueron hasta los años ochenta moneda común en esos centros. Muchas mujeres y hombres posiblemente quedaron marcados por la acción de unos incontrolados que contaron con la complicidad de la jerarquía eclesiástica y la indiferencia de las autoridades políticas. Esos tipos fueron afortunados porque sus instintos encontraron refugio en una organización que no solo ignoró sus actos, sino que también los encubrió y esta combinación de indiferencia e impunidad alimentó y alentó sus instintos depredadores.

Sería demasiado sencillo despachar la cuestión remitiéndonos al poder e influencia que la Iglesia tiene y tenía en la sociedad irlandesa. Pese a que estos actos fueron protagonizados por individuos concretos, sus acciones estaban excesivamente arraigadas y extendidas en el espacio y en el tiempo para ser explicadas simplemente como desviaciones puntuales de unos desaprensivos. Ese informe no solo es una historia de perversión y brutalidad, ante todo es una narración sobre la soledad y la indefensión. Estos hechos no tuvieron lugar en internados de clase alta o media, donde los niños tenían tras de sí, al menos formalmente, una familia que se preocupaba de ellos y de su bienestar, sino en aquellos lugares donde la pobreza, el abandono y el desamparo, se concentraban y se traducían en niños desvalidos y desprotegidos, fácilmente accesibles a los excesos físicos y psicológicos de quienes eran los responsables de su educación. Y está es una más de las muchas crónicas negras de la Iglesia Católica, muy común en aquellas naciones, y España fue el mejor ejemplo, donde el poder de esa institución transcendía lo divino e imponía a toda la sociedad su código moral, el cual consideraba a muchos de esos niños hijos del “pecado”, no solo responsables de la supuesta conducta "desviada" de sus padres, sino también la carne sobre la que se haría penitencia. Y es esta retorcida lógica determinista la que seguramente justificó los excesos y la indiferencia de las autoridades civiles.

Ahora yo me pregunto, desde mi pobre condición de anticlerical, ya hace tiempo condenado al fuego eterno, porqué el arzobispo Cañizares comparando los hechos revelados en el informe irlandés, les resta importancia y considera que el aborto es mucho peor que el abuso sexual de niños; quizá piense que un pederasta, por el simple hecho de llevar sotana lo es menos, o puede que considere que los pecados propios siempre han de ser juzgados con más indulgencia que los ajenos. Sea cuales sean sus motivos, debería tranquilizarse, ya que por desgracia, con aborto o sin él, el flujo de niños abandonados e indefensos nunca cesará y siempre habrá alguno disponible y al alcance de una bestia.

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