Viendo “Ultimátum a la tierra” caí en la cuenta de un detalle en el cual antes no había reparado, seguramente fascinado por la posibilidad de vida inteligente en otros planetas. En ese momento me di cuenta de un hecho, aquellos extraterrestres eran unos auténticos fascistas y unos psicópatas del exterminio. Casi todos entendemos que en muchos aspectos este planeta necesita un cambio de rumbo y también podemos estar de acuerdo que almacenar miles de cabezas nucleares no es la mejor carta de presentación para establecer relaciones interplanetarias, pero utilizar ese argumento como excusa para exterminar a toda una especie no solo resulta un contrasentido, sino que tiene toda la pinta de una limpieza étnica con el fin de obtener “espacio vital”.
Supongamos, que es mucho suponer, que las decisiones tomadas por los gobiernos democráticos o no, se ajustan al principio del bien común y no son el resultado de un chanchullo bochornoso entre intereses opacos para los cuales la opinión de los ciudadanos cuenta poco o nada. Imaginemos, puestos ya a imaginar, que nuestros impuestos se gastan en tanques y misiles con el entusiasmo y el unánime beneplácito de todos los contribuyentes, solo porque nos va la marcha y nos gusta, de vez en cuando, ver por televisión como unos pobres desgraciados son masacrados y sus casas reducidas a cenizas. En ese supuesto contexto, puedo comprender e incluso compartir que unos extraterrestres nos borren de la faz de la tierra. Sin embargo, las cosas no son así, ya que de grados de culpabilidad hay muchos y de inocencia muchos más.
Y esta es la cuestión, marcamos los errores como colectivos, como si los indígenas de la cuenca del Amazonas fueran responsables de su deforestación por no poder evitarla o no morir en el intento. Y en esa marejada de anonimato colectivo, muchos hacen negocio, mientras otros solo tratan de llegar vivos al día siguiente. Quizá la mayoría de nosotros podríamos ser acusados, en el peor de los casos, de indiferencia, en el mejor, de impotencia, pero no de ser responsables directos de la destrucción de nuestro planeta. Me niego en redondo a ser metido en el mismo saco que los que no dan descanso al planeta ni a sus personas. Si ese supuesto cinematográfico llegara a concretarse y los tipos venidos del espacio decidieran llevarnos al matadero, vale, que lo hagan, pero que se respete mi derecho a ser sacrificado en uno donde el único delito haya sido no rebelarse ante tanto despropósito.
Supongamos, que es mucho suponer, que las decisiones tomadas por los gobiernos democráticos o no, se ajustan al principio del bien común y no son el resultado de un chanchullo bochornoso entre intereses opacos para los cuales la opinión de los ciudadanos cuenta poco o nada. Imaginemos, puestos ya a imaginar, que nuestros impuestos se gastan en tanques y misiles con el entusiasmo y el unánime beneplácito de todos los contribuyentes, solo porque nos va la marcha y nos gusta, de vez en cuando, ver por televisión como unos pobres desgraciados son masacrados y sus casas reducidas a cenizas. En ese supuesto contexto, puedo comprender e incluso compartir que unos extraterrestres nos borren de la faz de la tierra. Sin embargo, las cosas no son así, ya que de grados de culpabilidad hay muchos y de inocencia muchos más.
Y esta es la cuestión, marcamos los errores como colectivos, como si los indígenas de la cuenca del Amazonas fueran responsables de su deforestación por no poder evitarla o no morir en el intento. Y en esa marejada de anonimato colectivo, muchos hacen negocio, mientras otros solo tratan de llegar vivos al día siguiente. Quizá la mayoría de nosotros podríamos ser acusados, en el peor de los casos, de indiferencia, en el mejor, de impotencia, pero no de ser responsables directos de la destrucción de nuestro planeta. Me niego en redondo a ser metido en el mismo saco que los que no dan descanso al planeta ni a sus personas. Si ese supuesto cinematográfico llegara a concretarse y los tipos venidos del espacio decidieran llevarnos al matadero, vale, que lo hagan, pero que se respete mi derecho a ser sacrificado en uno donde el único delito haya sido no rebelarse ante tanto despropósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario