miércoles, 2 de noviembre de 2011

Referéndum


Seguramente los gobernantes griegos tienen mucha responsabilidad en la situación de su país, así como los Bancos franceses y alemanes que, en lugar de utilizar las ayudas públicas para sanearse, decidieron invertirlas en deuda pública y siguiendo su costumbre lo hicieron en valores que ofrecían asociada a una alta rentabilidad un alto riesgo. Supongo que esos estados hicieron la vista gorda ante la operación porque ya les convenía que los griegos tuvieran dinero para pagar los aviones y navíos de guerra que previamente les habían vendido. Posiblemente, también en esta lista de responsabilidades se puede incluir a unos ciudadanos acostumbrados a un estado clientelar, alentado tanto por socialistas como por conservadores y a la existencia de una cultura de fraude fiscal que finalmente les ha estallado en las manos. Las causas pueden ser muchas y numerosos los nombres de los implicados, pero desde luego un referéndum no debería ser considerado el culpable de que Grecia acabe suspendiendo pagos.

Ya hace unos meses el primer ministro griego hizo un amago de convocar un referéndum, anuncio que pasó inadvertido. Si en aquella ocasión se ignoró y ahora ha provocado un terremoto político y financiero quizá fue porque en aquel momento los Bancos no tenían que asumir una “quita” del 50% de la deuda, ni tampoco las posibles ayudas públicas obligaban a quienes las recibiesen a no repartir bonus ni tampoco dividendos. Las razones del Sr. Papandreu para convocar un referéndum pueden responder a cálculo político (percibe la debilidad del acuerdo) o simplemente se ha cansado de ser el malo de la película. Sea cuales fuesen sus razones, lo verdaderamente preocupante es que únicamente la posibilidad de que los ciudadanos de un país, los verdaderos perjudicados, puedan decidir qué quieren hacer (sin que esto en principio suponga un perjuicio para los inversores) ha logrado provocar una reacción de histeria extensa e intensa.

Resulta que los Bancos pueden hacer lo que les dé la gana, que los “mercados” pueden condicionar a naciones y gobiernos, pero cuando se sugiere que los ciudadanos, ese conjunto de tipos raros llamados pueblo y en el que reside la soberanía popular, puedan expresar su opinión, que encima sería vinculante, se lía la de Dios es Padre y parece que los “Cielos” nos vayan a caer sobre la cabeza. Exactamente a qué tienen miedo, ¿a que cunda el ejemplo y otros países, tan asediados por los especuladores como lo está Grecia, decidan sumarse a la iniciativa?. Quizá tengan miedo a que los pueblos, puestos a elegir sufrir, prefieran hacerlo por una decisión propia y no por la imposición de unos desalmados.

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