viernes, 1 de agosto de 2008

Crónicas de un tiempo sin líneas (V)

Solicitud

-Señores Pérez hemos estado estudiando su solicitud, y me temo que hay una pequeña complicación.

Los señores Pérez aprietan fuertemente sus manos entrelazadas y contienen la respiración.

-¿Cuál es el problema?– pregunta con timidez e inseguridad el señor Pérez.

-No tienen hijos, ese es el problema.

Ella mira a su esposo. -Ya te dije que sería un problema.

-¿Y no se puede solucionar de alguna forma?

El director de la entidad bancaria los mira con la compasión del vendedor.

-Me temo que no. Pese a sus ingresos, que están muy por encima de la media, sus inmejorables referencias y por supuesto la muy favorable impresión que tenemos de ustedes, la política del banco nos impide conceder hipotecas a tan largo plazo si no hay descendencia. Sin hijos que puedan continuar pagando la hipoteca cuando ustedes fallezcan es imposible concederles este crédito.

-Pero si uno de los motivos para cambiar de vivienda es nuestro deseo de tener hijos-, apunta la señora Pérez.

-Ya, señores Pérez, pero una cosa es desearlo y otra muy diferente es conseguirlo. ¿Tienen ustedes otros hijos fuera de su matrimonio?

-¡Pues no! ¿Y esto que relación guarda con una hipoteca?- pregunta la señora Pérez.

- Es una cuestión de riesgos- responde el señor Director de la oficina número 345- Si uno de los dos ya tuviera un hijo, los riesgos de infertilidad se reducirían y por supuesto, aumentarían las garantías de pago.

-¿Tú tienes algún hijo por ahí, cariño?- pregunta la señora Pérez a su amado esposo. No es una pregunta con intención de reproches, es más, una respuesta afirmativa por parte de él, los acercaría más al sueño de tener un piso con más de una habitación, no les importa la altura, siempre y cuando tenga ascensor. No les importa tener que suscribir una hipoteca a setenta y cinco años para poder pagar su deseo de ser padres. Pero en esta ocasión el señor Pérez decepciona por primera vez a su esposa.

-No, cariño, no tengo ningún hijo. ¿Y tú? Pregunta él también esperanzado.

-No, cariño, yo tampoco-. Decepcionados vuelven sus caras al director de la oficina número 345, de aquella entidad que ayuda a construir tus sueños. Este se reclina sobre su asiento y aparentemente reflexiona sobre una posible solución.

-Creo que algo podríamos tratar de hacer, no es garantía de nada, pero nuestro banco confía en las personas. Y quizá si se hicieran ustedes unas pruebas de fertilidad y firmaran un contrato privado con nosotros comprometiéndose a tener un par de hijos, podríamos intentar solucionarlo. Es más, si alguno de ustedes tiene problemas de fertilidad, le ofreceríamos un crédito en las mejores condiciones posibles del mercado para seguir un tratamiento de fertilidad.

El señor Pérez que siempre ha sido un chistoso, trata de hacer un chiste.

- Hombre...siempre podemos adoptar.

El director de la oficina 345 da un respingo.

-Bueno…con esto debemos tener un poco de cuidado.

-¿Por qué?- Pregunta la señora Pérez.

-Es sencillo. Si la adopción, es de un niño de nuestro entorno cultural, no hay más problema. Pero si es de otro origen...Deben entenderlo, los actuales hipotecados traspasarán las obligaciones a sus hijos y no están dispuestos a que sus inversiones pierdan valor, ni para ellos, ni para sus hijos, por la presencia de otros “colectivos raciales”. Evidentemente esto nunca será reconocido públicamente, pero forma parte de de la realidad del mercado inmobiliario.

Los Sres. Pérez miran comprensivamente al experto director. Éste, una vez superado un trámite tan incómodo como son las manifestaciones de racismo, se prepara para el siguiente.

-Ahora hay otra cuestión un poco delicada. No piensen que es mi intención inmiscuirme en asuntos íntimos-. Echa su cuerpo hacía delante y bajando la voz les pregunta. -¿Ustedes con que frecuencia mantienen relaciones sexuales?

Los señores Pérez se levantan al unísono. Sólo la señora Pérez atina a decir, -¿Pero que clase de pregunta es esa?

- Tranquilícense, por favor-. Dice el director de la oficina levantando los brazos.-Es una pregunta incómoda, incluso para mí, pero si vuelven a sentarse, les explicaré los motivos por los que se la hago.

Los señores Pérez se miran y deciden sentarse, dar una oportunidad a la explicación.

-Verán ustedes. Da igual si son ustedes fértiles o no lo son, si no practican el sexo es improbable que haya hijos. Nuestro banco ha de tener todas las garantías de que habrá descendencia, esta es la esencia de nuestro crédito hipotecario intergeneracional. Además, ya no somos unos críos, las energías no son las mismas y el reloj biológico no se detiene.

Los señores Pérez parecen más tranquilos y vuelven a sentarse. Pero no es la tranquilidad sino la culpabilidad la causa de la calma. El director con cara de ratón y sonrisa de siamés tiene razón. Hasta hace unos meses ninguno de los dos tuvo un empleo fijo, contratos temporales encadenándose uno tras otro. No ha sido hasta bien entrada la treintena que han gozado del privilegio de ser empleados fijos en una empresa de seria y sólida trayectoria. El matrimonio guiado por la culpabilidad de su pasada temporalidad y también silenciando el hecho de que después de horas de trabajo y desplazamientos, cuando se meten en la cama, apenas les quedan energías para nada más, salvo para decirse buenas noches, contestan a esa pregunta con una mentira.

-Entre tres y cuatro veces a la semana-, responde él.

Ella asiente y el director satisfecho sonríe. Seguramente mienten, pero a él le da exactamente igual. Estos clientes aguantan, están en el bote. Ya apenas se firman hipotecas, al menos a parejas. Hace como diez años fue la última vez que concedió una. Ahora la gente viene en grupos de dos o tres parejas para adquirir una vivienda. Si firman será un hito en su carrera y por supuesto en su oficina.

-Bien señores, yo creo que si pasan esas pruebas de fertilidad, firman un compromiso de tener hijos y por supuesto el acuerdo de continuidad hipotecaria, no habrá ningún problema en obtener la financiación.

Los señores Pérez se miran en silencio, con la sensación de que unos dedos exploran a través de sus orificios todos los rincones de su cuerpo, pero tienen tantos deseos de abandonar la habitación de ese piso compartido y de dejar atrás los turnos para utilizar el baño o la cocina, que cualquier sacrificio es poco. Miran al director de la oficina con la ilusión y preguntan viéndose ya sentados en el sofá de su nuevo piso.

-¿Cuándo podemos hacernos las pruebas?


1 comentario:

Anónimo dijo...

Chico! que visión de futuro la tuya! Pareces Julio Verne....!!! no me extrañaria lo más mínimo que nuestros hijos se encuentren con situaciones similares.... Terrorífico!