¿Cuántos individuos o quizá sería más correcto decir energúmenos son necesarios para inmovilizar a un discapacitado psíquico y arrebatarle una cartera? En Barcelona es suficiente con dos revisores de tranvía para tan elevada hazaña. Pese a la legítima resistencia opuesta por el joven discapacitado, los dos valientes lograron, tras duro forcejeo, ponerlo de rodillas a él y a sus derechos. La explicación de los bravos empleados, porque excusa no hay ninguna, es que solo trataban de comprobar la autenticidad de la “tarjeta rosa”. Es público y notorio que las personas afectadas de síndrome de Down son hábiles falsificadoras de pases de transporte y tarjetas de crédito. Ante la negativa del pasajero a entregarles el documento “lo retuvieron por su seguridad”, eso según su versión, porque las taimadas cámaras, seguramente compinchadas con el “agresivo” pasajero, ya que las imágenes coinciden con su relato, muestran una escena muy diferente, donde un indefenso joven es derribado y sujetado en el suelo por dos animales empeñados en arrebatarle la cartera.
Que yo sepa hasta el momento estos señores no han sido suspendidos de empleo y sueldo, ni ningún juez los ha llamado a declarar por agredir y vulnerar los derechos de un ciudadano. En este caso la rapidez y la ejemplaridad son imprescindibles e inexcusables ya que cada vez es más frecuente en la red de transportes públicos que tipos, amparados en la impunidad y en una “autoridad” legitimada única y exclusivamente por sus empresas, incurran en abusos y vejaciones a pasajeros, siendo también frecuente que sean los más débiles e indefensos el blanco de sus desmanes. De otro modo es posible que la inacción de quienes están realmente legitimados para actuar sirva como coartada a estas conductas.
Que yo sepa hasta el momento estos señores no han sido suspendidos de empleo y sueldo, ni ningún juez los ha llamado a declarar por agredir y vulnerar los derechos de un ciudadano. En este caso la rapidez y la ejemplaridad son imprescindibles e inexcusables ya que cada vez es más frecuente en la red de transportes públicos que tipos, amparados en la impunidad y en una “autoridad” legitimada única y exclusivamente por sus empresas, incurran en abusos y vejaciones a pasajeros, siendo también frecuente que sean los más débiles e indefensos el blanco de sus desmanes. De otro modo es posible que la inacción de quienes están realmente legitimados para actuar sirva como coartada a estas conductas.
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