
Si la rápida respuesta de la industria no ha sido un milagro, entonces no quedan más narices, la explosión de presentaciones de coches eléctricos es un fraude o una tomadura de pelo. Si damos por hecho que es materialmente imposible, diseñar, probar y poner en producción un motor en unas semanas, entonces quedan solo dos posibilidades. La primera, que el motor de alguna batidora haya acabado bajo el capó de un coche. O la segunda, que esos motores ya existieran y durante todo este tiempo hayan estado guardados en algún cajón a la espera de ser necesitados, no para revolucionar la industria del automóvil, sino simplemente como instrumento de relaciones públicas.
Ya veremos (el tiempo a veces obra milagros) si estos modelos híbridos y eléctricos son un compromiso serio de futuro o solo una manera de distraernos mientras nos vacían los bolsillos. Se admiten apuestas.
*Thomas Edison con el Detroit Electric Model 47, 1914
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