En pocas semanas la desesperada industria automovilística ha presentado un gran número de modelos de coches híbridos y eléctricos. Este hecho, no podemos negarlo, adquiere casi la dimensión de un milagro. Según tengo entendido, ahora ya no estoy tan seguro, el desarrollo de un nuevo modelo de coche o de motor puede llevar años. Sin embargo estos señores, espoleados por la necesidad y las ganas de echar mano a nuestros impuestos, han logrado algo que hasta hace muy pocas semanas era una quimera, un proyecto imposible e inviable, y cito textualmente las palabras de uno de sus directivos: “el futuro del coche pasa, inevitablemente, por el hidrógeno”.
Si la rápida respuesta de la industria no ha sido un milagro, entonces no quedan más narices, la explosión de presentaciones de coches eléctricos es un fraude o una tomadura de pelo. Si damos por hecho que es materialmente imposible, diseñar, probar y poner en producción un motor en unas semanas, entonces quedan solo dos posibilidades. La primera, que el motor de alguna batidora haya acabado bajo el capó de un coche. O la segunda, que esos motores ya existieran y durante todo este tiempo hayan estado guardados en algún cajón a la espera de ser necesitados, no para revolucionar la industria del automóvil, sino simplemente como instrumento de relaciones públicas.
Ya veremos (el tiempo a veces obra milagros) si estos modelos híbridos y eléctricos son un compromiso serio de futuro o solo una manera de distraernos mientras nos vacían los bolsillos. Se admiten apuestas.
Si la rápida respuesta de la industria no ha sido un milagro, entonces no quedan más narices, la explosión de presentaciones de coches eléctricos es un fraude o una tomadura de pelo. Si damos por hecho que es materialmente imposible, diseñar, probar y poner en producción un motor en unas semanas, entonces quedan solo dos posibilidades. La primera, que el motor de alguna batidora haya acabado bajo el capó de un coche. O la segunda, que esos motores ya existieran y durante todo este tiempo hayan estado guardados en algún cajón a la espera de ser necesitados, no para revolucionar la industria del automóvil, sino simplemente como instrumento de relaciones públicas.
Ya veremos (el tiempo a veces obra milagros) si estos modelos híbridos y eléctricos son un compromiso serio de futuro o solo una manera de distraernos mientras nos vacían los bolsillos. Se admiten apuestas.
*Thomas Edison con el Detroit Electric Model 47, 1914
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