Un partido político ha puesto en el punto de mira de sus necesidades electorales el debate sobre la inmigración. Cuestión delicada y sensible pero que algunos tratan con la frivolidad de quienes no reparan en medios. Pero quizá lo más llamativo de esta puesta en escena es que han centrado sus principales propuestas en la inmigración regularizada, complicando hasta el absurdo los posibles requisitos de acceso y permanencia en nuestro país de este colectivo. Dando la impresión de que la verdadera intención es aumentar la presión sobre estas personas y enviarlas a la primera oportunidad al limbo social de los “sin papeles”.
Nadie duda a estas alturas que la inmigración es un factor importante del desarrollo económico y del incremento de la riqueza de nuestro país. Pero casi siempre olvidamos un detalle importante, la inmigración ilegal genera aún mucha más riqueza, pero a diferencia de la regularizada, esta no revierte al conjunto de la sociedad. Los beneficios quedan reservados a quienes están dispuestos a explotar esta mano de obra desprotegida, vulnerable y casi siempre desesperada. Quizá algunos se sientan cómodos en un marco de relaciones al margen no ya de las leyes de nuestro país, sino también de la dignidad humana, pero dudo mucho que la sociedad española en su conjunto desee ser cómplice de aquellos para quienes la necesidad de su semejante es sólo una posibilidad de hacer negocio. Y si para alguien la solidaridad no es suficiente argumento, deberíamos pensar que quizá ese tipo de relaciones laborales tan sólo son el paraiso neoliberal que algunos sueñan para todos los trabajadores sean inmigrantes o no.
Quizá esta forma de encarar la campaña electoral puede provocar risa en algunos, especialmente cuando el discurso empieza hablando de contratos a inmigrantes y se acaba mencionando el coste de una mamografía en Ecuador. Si estas fueran las únicas asociaciones que se establecen podríamos incluso reírnos, pero el “chiste” deja de tener gracia cuando tratan de asociar inmigración y delincuencia. Hasta donde yo sé, la pobreza y la marginación pueden ser causa de delincuencia, pero también pueden serlo la codicia y la falta de escrúpulos. El color de la piel y el origen geográfico dudo mucho que sean factores determinantes a la hora de establecer la predisposición a la delincuencia de una comunidad. Con todo esto lo único que nos queda claro, es que allí donde hay un ser humano indefenso y sin voto, siempre hay alguien que no se limita a pretender obtener un beneficio económico, sino también político y en campaña electoral acaba cerrando el círculo de su propia miseria.
Nadie duda a estas alturas que la inmigración es un factor importante del desarrollo económico y del incremento de la riqueza de nuestro país. Pero casi siempre olvidamos un detalle importante, la inmigración ilegal genera aún mucha más riqueza, pero a diferencia de la regularizada, esta no revierte al conjunto de la sociedad. Los beneficios quedan reservados a quienes están dispuestos a explotar esta mano de obra desprotegida, vulnerable y casi siempre desesperada. Quizá algunos se sientan cómodos en un marco de relaciones al margen no ya de las leyes de nuestro país, sino también de la dignidad humana, pero dudo mucho que la sociedad española en su conjunto desee ser cómplice de aquellos para quienes la necesidad de su semejante es sólo una posibilidad de hacer negocio. Y si para alguien la solidaridad no es suficiente argumento, deberíamos pensar que quizá ese tipo de relaciones laborales tan sólo son el paraiso neoliberal que algunos sueñan para todos los trabajadores sean inmigrantes o no.
Quizá esta forma de encarar la campaña electoral puede provocar risa en algunos, especialmente cuando el discurso empieza hablando de contratos a inmigrantes y se acaba mencionando el coste de una mamografía en Ecuador. Si estas fueran las únicas asociaciones que se establecen podríamos incluso reírnos, pero el “chiste” deja de tener gracia cuando tratan de asociar inmigración y delincuencia. Hasta donde yo sé, la pobreza y la marginación pueden ser causa de delincuencia, pero también pueden serlo la codicia y la falta de escrúpulos. El color de la piel y el origen geográfico dudo mucho que sean factores determinantes a la hora de establecer la predisposición a la delincuencia de una comunidad. Con todo esto lo único que nos queda claro, es que allí donde hay un ser humano indefenso y sin voto, siempre hay alguien que no se limita a pretender obtener un beneficio económico, sino también político y en campaña electoral acaba cerrando el círculo de su propia miseria.
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