Quizá no fui justo con aquellos jóvenes británicos que pensaban que Sherlock Holmes había sido un personaje real. Seguramente la risa me hizo olvidar mi pasado, el tiempo en el cual yo también tuve dieciséis años. Aquellos años con nubes y claros, pero también con días de cielo tormentoso, en los cuales creíamos que las cosas podían ser diferentes. Puede que los jóvenes de la encuesta no fueran ni unos desmemoriados ni unos ignorantes, sino tan sólo unos soñadores, como fuimos todos en algún mundo ya desaparecido. Gente que prefiere imaginarse a Sherlock Holmes fumando su cachimba en Baker Street a tener que ver a George Bush sentado en la Casa Blanca. Gente con la extraña y desagradable, pero atractiva y casi siempre necesaria costumbre de rebelarse, de desear cambiar las cosas. Como aquellos extraños jóvenes que no se resignaban. Seguramente alguno de quienes leen no comprendan mis palabras, os pido disculpas, pero ese es el legado de compartir desde la adolescencia: la complicidad. Pero tengo algunos amigos y amigas, de los probados, de aquellos que pese al tiempo transcurrido aún continúan soñando con un mundo mejor, que las entienden. Qué tiempos amigos cuando creíamos que desde la derrota de nuestros abuelos y padres podíamos cambiar el mundo. Qué tiempos compañeros cuando creíamos que la inocencia y la ilusión durarían para siempre. Qué tiempos amigos…qué tiempos cuando escalábamos torres y mástiles para desarmar alianzas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario