Unos tipos han ofrecido su voto al mejor postor. Espero sinceramente que esta puesta en escena sólo sea una grotesca broma. Si es así les deseo un gran éxito en su carrera profesional como cómicos, y que obtengan contratos en lugares tan lejanos y exóticos como China o Birmania. Una temporada de representaciones en la plaza de Tiananmen quizá consiga renovar sus fuentes de inspiración para desarrollar aún más si cabe su evidente talento.
Si estoy equivocado y no tratamos con artistas, les aconsejo soliciten una urgente visita médica. Quizá sufran algún tipo de trastorno, o una rara y desconocida alteración genética que les impulsa a renunciar a sus derechos individuales. Lo digo por su bien, no me gustaría ver como a fuerza de subastar sus derechos acaban convertidos en vasallos o esclavos de algún desaprensivo. Y mientras esperan un diagnóstico, aconsejo a sus padres que vigilen los muebles, escondan las joyas y que ellos mismos pongan distancia con estos vástagos de tan acentuado espíritu comercial. Ya conocen el dicho: “El vender y el rascar, todo es empezar”... o algo así.
Sea cuales sean sus razones, sólo les pido que en el futuro utilicen los pies para pensar, porque está visto que con la cabeza no acaba de funcionar. Y que traten de no empañar la memoria de tantos hombres y mujeres que han muerto para que algunos borregos acaben subastando su sacrificio. Si pese a mi ruego su impulso subastero es irrefrenable, les pediría que al menos dieran gusto a los puristas e iniciaran sus pujas en treinta monedas, de euro, que no son de plata pero sí de curso legal.
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