Según el Papa Benedicto XVI el infierno existe y no está vacío. Si se refería al reino de este mundo ya era hora de que leyera la prensa diaria y descubriera el hecho, por otra parte evidente para casi todos, de que este planeta es un lugar muy desagradable para muchos de sus habitantes. Si esta ha sido una conclusión teológica, por lo tanto una mera amenaza teórica a cuenta de la fe, el Papa debería tener en consideración el hecho de que quizá el infierno ha perdido gran parte de su carga intimidatoria para quienes el día a día es una lucha constante por la supervivencia. Si realmente quiere asustarnos, al menos a aquellos ciudadanos que tenemos la suerte de vivir en países desarrollados, debería recurrir a otro tipo de amenazas. Algo así como que el cielo o el infierno utilizarán su influencia para aumentar los tipos de interés, o realizarán movimientos especulativos para incrementar el precio de los alimentos o las máximas amenazas posibles, que la sanidad y la educación serán privatizadas y las pensiones desaparecerán engullidas por nuestros pecados. Eso sí que son amenazas como Dios manda, todo lo demás son meros ejercicio teóricos que en el mejor de los casos sólo logran reafirmar en su fe a quienes esperan heredar el paraíso, algunos incluso después de haber expoliado la tierra.
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