domingo, 23 de marzo de 2008

Mensaje en una botella

Hace unos días un buen amigo me comunicó la muerte de quien a veces fue un compañero y otras un maestro. Desde entonces he empezado varias veces esta entrada, y otras tantas he borrado las líneas, para quedarme sólo con una hoja en blanco, como si esta, a modo de oráculo de Delfos, pudiera revelarme el sentido de la pérdida. Pero no ha sido así. Ha permanecido muda e insensible a mi necesidad de expresar el sentimiento de cansancio y tristeza al ver como uno de nuestros compañeros se iba.


Pero ahora sé que el papel nunca engaña, y si permanece en silencio es porque no tiene nada que decir. He tardado en comprenderlo, lo siento, soy de naturaleza torpe y las inoportunas lágrimas a veces nublan el entendimiento, pero al final me he dado cuenta de un hecho. El Mar y el Viento son exigentes y a veces crueles, pero nunca olvidan a uno de los suyos. Nunca dejan a sus amantes en tierra, se los llevan consigo a visitar tiempos y puertos lejanos, algunos incluso perdidos o imaginarios. Pero nunca abandonan a sus enamorados en tierra. Puede que dejen sus cuerpos, para alimentar nuestra nostalgia, pero sus almas las embarcan en viejas naves de velas blancas, impregnadas con el intenso aroma de la brea y las especias, llenas del sonido de las conversaciones y canciones en cubierta, cuando la noche se funde con el mar y las estrellas son el único destino posible en la oscuridad.


Eduardo nos ha dejado, pero no hay razón para entristecerse. Esa es el alma y el deseo del navegante, ese es el privilegio que el Viento y el Mar conceden a los suyos, navegar por el tiempo y la eternidad, atracar en El Pireo de Pericles, visitar la Roma de Augusto, o ver en el horizonte el resplandor del gran faro de Alejandría.No llegué a tiempo a tu despedida, por eso esta noche deposito mi mensaje en una botella y lo dejo a merced de las olas, con la confianza absoluta de que recibirás estas palabras. Tardarán más o menos tiempo en llegar a ti. Puede que lo encuentres varado en una playa o que un comerciante fenicio te lo transmita. Es posible incluso que llegue incompleto, y seguramente cuando leas nuestra tristeza, esta te haga sonreír. Ya sabes como somos la gente de tierra adentro, continuamos creyendo que el Gran Pam ha muerto y que los marineros desaparecen. Pobres de nosotros, qué ignorantes somos.

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