domingo, 17 de agosto de 2008

Crónicas de un tiempo sin líneas (VIII)

Conquista II


Cuando llegaron las primeras imágenes todos respiramos aliviados, eran seres humanos, bueno...más o menos. Nos parecíamos mucho, salvo por algunas leves diferencias adaptativas, pero era evidente que compartíamos información genética. Esto no tranquilizó a todos. Los pobres desgraciados de este mundo concluyeron que los posibles nuevos patronos se parecían demasiado a los que ya tenían, así que se resignaron y volvieron a sus trabajos sin esperar demasiado del futuro.
Antes de que pudieran comenzar su mensaje la emisión fue a su vez pirateada por una ingeniosa multinacional de pompas fúnebres que aprovechó la ocasión para colocar un mensaje publicitario. Este duró poco en antena, parece ser que la sede de la multinacional saltó por los aires. Unos dicen que como consecuencia de un escape de gas, otros, los menos, pero no por eso poco informados, afirmaban que todo fue un malentendido. Un general nervioso, de gatillo fácil y necesitado de gloria, ordenó "borrar a esos cretinos de la faz de la tierra”, pero olvidó mencionar a qué “cretinos” se refería. Así que el responsable del ataque, ante una orden tan ambigua, se dejó llevar por su sentido común y redujo a escombros un edificio valorado en ciento sesenta millones de dólares. La verdad es que a nadie le preocupó demasiado, es más, yo diría que todos, salvo la compañía aseguradora, agradecieron el gesto.
Una vez interrumpida la interrupción, todos pudimos ver y escuchar a nuestros visitantes. Primero pidieron disculpas por la alarma generada, si habían decidido ponerse sobre nuestras principales ciudades era simplemente para que ningún gobierno del mundo se sintiera agraviado por no tener contacto directo con ellos. Durante los meses que habían estado inmóviles y silenciosos en nuestra órbita, nos habían estado observando y llegaron a la conclusión de que nuestras diferencias y desconfianzas aconsejaban seguir esa línea de actuación. Además habían dedicado este tiempo también a analizar nuestra situación y necesidades. Afirmaban estar preocupados pero no sorprendidos. Ellos en su pasado lejano ya habían llegado a un punto como el nuestro y fueron capaces de superarlo, así que estaban aquí para brindarnos su ayuda, sin esperar nada a cambio. Al fin y al cabo nosotros éramos descendientes de uno de sus primeros intentos de colonizar la galaxia y por fin, después de milenios de búsqueda habían encontrado a sus hermanos extraviados. Luego supimos que en el pasado, incluso en aquel mundo capaz de iniciar la colonización de la galaxia, había gente dispuesta a ahorrar unos céntimos en sistemas de navegación y comunicación. Se sentían algo culpables por ese hecho y también por haber nombrado comandante de esa nave a un tal Noé, quien nunca dio muestras de ser una persona excesivamente atinada.
Pusieron a nuestra disposición una fuente de energía limpia, renovable y muy económica. Medios para recuperar los ecosistemas, semillas productivas que no agotaban el suelo y capaces de germinar en el desierto. Nos ofrecieron “píldoras mágicas” que erradicaban cualquier enfermedad y muchas otras cosas que posibilitaban en cuestión de pocos años cambiar la vida de los habitantes del planeta. Nos ofrecían todo el asesoramiento científico que necesitásemos, pusieron a nuestra disposición toda su experiencia para superar las diferencias entre naciones y personas. Nos dieron la oportunidad de no volver a tener más guerras. Y en caso de dificultades o catástrofes naturales a escala global nos hicieron saber que podríamos contar con la ayuda de cientos de planetas que formaban parte de una gran federación galáctica.
Después de su mensaje esperaron nuestra respuesta. Pero ¿han oído aquello de que el camino al infierno esta empedrado de buenas intenciones? Pues este fue uno de los ejemplos más claros, como única respuesta obtuvieron el mayor escándalo que nunca antes se había organizado en este mundo. Las empresas de biotecnología fueron las primeras en montar el número, ¿qué era eso de ofrecer gratis algo que podría estar sujeto a patentes?, para ellas esas supuestas semillas milagrosas ya estaban a disposición de todos y estaban dispuestos a suministrarlas siempre y cuando se pagara un precio justo.
Pero el escándalo de estas empresas sólo fue la pataleta de un niño comparada con la que organizaron los países productores de petróleo y las compañías que lo distribuían. Tardaron en reaccionar, se habían adentrado tanto en el desierto que necesitaron varios días para poder regresar a sus centros de decisión y desde allí amenazaron con cortar inmediatamente el suministro de recursos si no se borraba inmediatamente del cielo a aquellos desequilibrados dispuestos a fastidiarles el negocio más rentable de la historia de la humanidad.
Las siguientes en sumarse al griterío fueron las farmacéuticas, qué era eso de curar a la gente, si cualquiera con dos dedos de frente sabe que el verdadero negocio no es la curación, sino la cronificación de los pacientes o inventarse riesgos para la salud. La cura de una enfermedad suponía la pérdida de miles de puesto de trabajo, no digamos cuáles serían las consecuencias de una cura para todas las enfermedades. Los accionistas presionaron a los ejecutivos, estos a los gobiernos y estos como siempre pensando en el interés de todos los ciudadanos decidieron tomarse un periodo de reflexión respecto a las propuestas de “esos seres extra-terráqueos”. Los militares presionados por la industria armamentística y temerosos de quedarse sin galones ni trabajo, elaboraron planes de ataque. Dados como eran a pocas sutilezas propusieron lanzar un par de bombas de hidrógeno sobre una de las naves, solo para intimidar y que se largaran con sus ofertas a otro lado. Claro, que no repararon en que quizá la intimidación incineraría a varios millones de seres humanos. Cuando alguien les hizo caer en la cuenta de ese riesgo, en lugar de arrugarse sacaron pecho y hablaron de daños colaterales, de que esos ciudadanos serían mártires inevitables en la cruzada en defensa de la libertad de la tierra.
Esta iniciativa no prosperó. Algún mando guiado por un extraño sentido del deber filtró el plan a la prensa y a los ciudadanos. Estos últimos tan bien dispuestos últimamente a rezar y poner velas a santos que habían sido martirizados, no mostraron tanto entusiasmo en convertirse en uno de ellos. Además no tenían muy claro qué libertad pretendían defender los militares, si la de los ciudadanos o la de las empresas. Así que el mundo fue testigo de las mayores manifestaciones a favor de la paz que nunca antes se habían producido, incluso árabes y judíos marcharon juntos. Así que los militares ante la posibilidad de perder la simpatía de los lobbies de armas o perder el cuello, optaron por conservar la cabeza sobre sus hombros y dieron marcha atrás en su intento de arrasar una ciudad.
Durante semanas el edificio de las Naciones Unidas tembló con las discusiones o el miedo de los representantes de las naciones, ya que millones de personas esperaban fuera la decisión de sus políticos y estos estimulados por la pasión y la desconfianza popular, no querían cometer ningún error. Finalmente un viernes la mayoría de los estados hicieron una declaración conjunta. Los cinco grandes con derecho a veto habían consensuado un documento de respuesta. Algunas naciones no suscribieron este acuerdo y las más firmemente contrarias a él fueron las del norte de Europa, donde los ciudadanos tradicionalmente estaban dispuestos a pagar altos impuestos en interés de la comunidad. Los representantes díscolos anunciaron que aceptarían todas y cada una de las ofertas de los visitantes y los pondrían a disposición de quienes estuvieran interesados en estos conocimientos. El resto de naciones los acusaron de colaboracionistas, y propusieron cambiar el nombre de la capital de una de esas naciones por el de Quislingcolmo.
Todos los demás gobiernos de la tierra estuvieron de acuerdo en aceptar las propuestas de los visitantes, siempre y cuando estás no fueran de dominio público. Si la información era entregada a las grandes corporaciones, entidades responsables y de honradez más allá de toda duda, sería bien recibida, en caso contrario no aceptarían ninguna propuesta. Los visitantes y la mayoría de los ciudadanos del mundo quedaron perplejos. Los primeros no podían entender tal empecinamiento, especialmente cuando nuestro modelo de desarrollo llevaría al planeta al desastre en tan solo unas décadas.
Así que hicieron la única oferta posible, esta vez no iba dirigida a las naciones sino a las personas. ofrecieron a todo aquel dispuesto a dejar la tierra que les acompañaran, en la galaxia había suficientes planetas habitados y habitables donde escoger y empezar una nueva vida. Además en todos y cada uno de ellos los recién llegados serían bien recibidos.
Entonces el pánico fue cosa de gobiernos y corporaciones, porque la mayoría de los ciudadanos de este planeta se sintieron entusiasmados, incluso los pobres dejaron de trabajar para prestar atención a la oferta. Pero los gobiernos no se rendirían sin lucha. Algunos estados declararon el estado de excepción, otros, más sutiles o con ciudadanos más levantíscos optaron, en complicidad con las cadenas de televisión, por bombardear a las audiencias durante semanas con mensajes contrarios a los visitantes. Incluso repusieron una vieja serie de televisión titulada “V”, en la cual unos visitantes llegaban a la tierra y ofrecían su ayuda, pero tras la fachada de buenos samaritanos se escondían unos reptiles come ratones. Y para reforzar el efecto de la publicidad algunos estados barajaron la posibilidad de entregarles todos los presos y vaciar las cárceles. Si rechazaban la propuesta tendrían una razón para acusarlos de farsantes, si la aceptaban la gente desconfiaría de unos tipos que se llevaban a todos los indeseables del planeta. Con algunos matices la propuesta fue aprobada. Algunas naciones se negaban a soltar a sus presos políticos y que estos pudieran contar el trato dispensado y las razones de su encierro, así que los presos de conciencia quedaron excluidos de la oferta y esta fue presentada públicamente.
Creo que fue en ese momento cuando la paciencia de los visitantes se agotó. Según su constitución y principios morales estaban obligados a ofrecer su ayuda y apoyo a cualquiera que la necesitara y a defender a las personas de las tiranías y para eso no necesitaban iniciar una guerra, de algo tendrían que servir tres milenios de ventaja tecnológica. Entonces pusieron una fecha para el inicio de las recogidas y anunciaron que cualquier intento por evitarlas sería anulado. Los militares se restregaron las manos. Un presidente dio diez minutos a los siete millones de ciudadanos de una población para abandonarla antes de que dos ingenios nucleares estallaran en ella y diez minutos después no paso nada, los misiles nunca salieron de sus silos y para esto no se necesitó la intervención de los visitantes. Nadie quiso cumplir esa orden, incluso un general de varias estrellas, dispuesto él solo a cumplir la orden, fue arrestado por sus propios hombres y puesto de patitas en la calle, es decir, en la puerta de la base militar, donde cientos de personas entusiasmadas lo esperaban para agradecerle su heroico intento.
Mientras esto ocurría en el primer mundo mucha gente de países del tercer mundo empezó a dirigirse a los centros de reunión. Los primero en llegar fueron los cientos de miles de personas recluidas en los campos de refugiados en África, las guerrillas y los gobiernos de ese continente trataron de evitarlo. Fue cómico ver como después de ser rociados con un gas lanzado desde las naves, los valientes soldados y guerrilleros siempre bien dispuestos a disparar sobre civiles desarmados, soltaban sus armas y corrían a bajarse los pantalones. Parece ser que el gas en cuestión relajaba los esfínteres. Después millones de agricultores indios, tras asegurarse de que en alguno de los posibles destinos no había nadie apellidado Monsantos o DuPont, aceptaron gustosos la oferta y también embarcaron. Pocas semanas después, las primeras naves llenas abandonaron nuestro planeta, pero llegaron otras para sustituirlas. Después de eso los pocos indígenas norteamericanos que malvivían en reservas fueron embarcados y desaparecieron con destino a un planeta sin habitar al que habían bautizado como Colinas Negras.
Pese a la oferta tan generosa mucha gente dudaba. Al principio solo los más desesperados, varios cientos de millones de personas, aceptaron la oferta. Quien tenía algo aquí aún desconfiaba y se resistía a abandonarlo, pero cuando dos años más tarde algunos de los antiguos famélicos enviados por sus familias como exploradores regresaron llenos de salud, vitalidad y buenas noticias, la avalancha fue inmensa e imparable.
Entonces incluso los países desarrollados sufrieron esta sangría. Los desfavorecidos buscaban una nueva oportunidad y los enfermos una cura, todos ellos abandonaron la tierra con destino a uno de esos paraísos donde las cosas, según las noticias, eran algo más justas.
Los gobiernos en un último intento de recuperar el control y a sus electores, llegaron a proponer desenterrar las leyes medievales de servidumbre para vincular a la gente a sus empleos y ciudades. Pero nada podía evitar ya esa masiva emigración, en pocos meses el planeta quedó prácticamente desierto.
Algunos gilipollas como yo, sonreímos aferrados a nuestras acciones y propiedades. Solo éramos capaces de pensar en los descuentos fiscales que obtendríamos ahora que los programas sociales no eran necesarios. Pero la ilusión duró muy poco, pronto las acciones y las propiedades perdieron valor. Ya no quedaban desgraciados trabajando quince horas al día para mantener alto el valor de nuestras acciones, apenas quedaron candidatos a la explotación y los que quedaron exigían unos sueldos inimaginables dos años antes. Pero si la experiencia nos empobreció un poco, también nos hizo algo más sabios, por fin descubrimos que los extraterrestre no eran ni verdes ni azules, sino rojos, unos puñeteros “rojos”, es decir, la peste de cualquier nación civilizada. No les reprocho nada en el fondo nos hicieron un favor, ahora ya no tenemos que disimular, el planeta es solo nuestro.

1 comentario:

Josep Xurigué dijo...

Javi, es genial! Me ha encantado, es muy bonito!!! Fantastico.

Un fuerte abrazo,
Josep