-Todo quedará en nada- dice Rajoy. Y con estas palabras ha resumido perfectamente la convicción de muchos ciudadanos. No porque seamos apasionados y fervientes defensores de la presunción de inocencia, es difícil mantenerse fiel a ella cuando las evidencias te muerden el culo, sino porque en este país lamentablemente nos hemos acostumbrado a la aparente impunidad de quienes pueden financiarse abogados y largos procesos. Esto no significa que los ciudadanos no hagamos nuestros juicios paralelos. Acostumbrados como estamos a las carencias narrativas de la justicia, dictamos nuestras propias sentencias y estas, pese a su naturaleza “amateur”, suelen revestir gran severidad y contener un gran defecto de fondo, la generalización. Si bien es cierto que hay políticos corruptos, más de uno ya son demasiados, también hay muchos otros honestos y con una gran vocación de servicio.
El “Señor de los Hilillos” y su equipo deben pensar que el coste político de dilatar el proceso, ignorando las evidencias e insultando la inteligencia de los ciudadanos, será menor que asumir la responsabilidad y cesar a quienes se han enriquecido de forma ilícita aprovechando sus contactos y responsabilidades públicas. Y esto a largo plazo es un grave error, porque sus trucos de trileros no perjudican solo al PP, sino que acaban deslegitimando el sistema democrático y socavando la confianza de los ciudadanos en sus representantes. Aunque quizá sí se den cuenta y simplemente les traiga sin cuidado, siempre y cuando ellos puedan salvar los muebles. Porque si una cualidad tiene la breve historia política del PP es que ha convertido la negación de la evidencia, las conspiraciones y el insulto, en los instrumentos básicos para gestionar sus problemas internos y externos.
Rajoy anda muy inquieto últimamente, es natural perder los nervios cuando en la habitación de al lado oyes como tus compañeros afilan los cuchillos. Y para él este fin de semana y el resultado de las elecciones gallegas será trascendental, porque necesita desesperadamente ganarlas. Primero para acallar a sus opositores internos y segundo para apelar al “juicio de las urnas” y así reforzar su estrategia negacionista y conspiratoria, como ya hizo hace unos días ese presidente valenciano que parece no poder vivir sin su sastre, ya que le llamó hasta ocho veces seguidas mientras el amedrentado artesano declaraba ante un juez de la Audiencia Nacional, se le habrían roto los bolsillos, digo yo.
Lo realmente interesante será qué pasará si los “maricones y maltratadores” del BNG y el PSOE repiten su mayoría. Entonces, posiblemente el “Comité de salvación nacional” constituido permanentemente en calle Génova, acabe convertido en el “Comité de sálvese quien pueda” y entonces seremos testigos de un nuevo milagro, Ruiz Gallardón, el Mesías de Las Rozas andará sobre las aguas del Manzanares para salvarnos a todos. Eso si la Espe no le lanza algún informe desde la otra orilla.
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