La ambición y la arrogancia tienen en las cloacas el mismo efecto que las lluvias intensas, a veces las hacen rebosar y la inmundicia es expulsada a borbotones y es entonces cuando la realidad desnuda, desprovista de cualquier artificio y fingimiento muestra toda su vileza. La trama de espionaje del gobierno de Esperanza Aguirre ha tenido las mismas consecuencias que tendría una lluvia torrencial sobre un alcantarillado deficiente. No solo ha dejado a la vista el verdadero entramado de un gobierno aparentemente monolítico y armónico, sino que también ha puesto en evidencia los endebles cimientos en los cuales se sustentaba el liderazgo de su presidenta.
No es nada extraordinario que la composición de un gobierno trate de reflejar las “sensibilidades” ideológicas más representativas de la organización política que lo sustenta. Lo preocupante y seguramente una de las principales causas de la desconfianza de los ciudadanos, es que esta composición y su programa político solo sean una excusa ideológica para convertir a la administración pública en una fuente de ingresos y favores o en una fábrica legislativa al servicio de intereses privados. Posiblemente las miserias internas del gobierno de Esperanza Aguirre nunca hubieran visto la luz si la crisis económica no hubiera reducido el pastel y la ambición de la presidenta no sufriera de bulimia. Pero la ambición nos ciega y el poder nos atonta hasta hacernos creer que todo está a nuestro alcance y el precipitado intento de controlar Caja Madrid, es un ejemplo de la desmedida estupidez de la presidenta y del volumen de sus hipotecas políticas. Ha sido una apuesta muy arriesgada y seguramente la peor de las ideas. Sin embargo los posibles beneficios parecían justificar sobradamente los riesgos, quien controlara a la entidad no solo controlaría una importante fuente de financiación del PP, sino también la concesión de créditos a empresas y con este instrumento financiero a su disposición hubiera podido compensar en parte una de las principales carencias políticas de Esperanza Aguirre, la inexistencia de una red de favores y complicidades fuera de la comunidad madrileña.
Independientemente de su nivel de conocimiento de las tramas de espionaje ella es la gran perdedora y responsable política. Si conocía su existencia, por haberla consentido y si la desconocía, por no controlar ni saber poner orden en su gobierno. Por un motivo u otro sus opciones políticas se han reducido, quien era la gran esperanza de la derecha ultra conservadora ha sido fusilada políticamente por cometer el peor de los errores, creer que era ella quien mandaba en su gobierno. La cuestión ahora es si asumirá su responsabilidad o tratará de diluirla salpicando a sus competidores políticos para inducirles a dar rápido carpetazo al asunto. A veces en política encender el ventilador para esparcir la mierda da buen resultado.
No es nada extraordinario que la composición de un gobierno trate de reflejar las “sensibilidades” ideológicas más representativas de la organización política que lo sustenta. Lo preocupante y seguramente una de las principales causas de la desconfianza de los ciudadanos, es que esta composición y su programa político solo sean una excusa ideológica para convertir a la administración pública en una fuente de ingresos y favores o en una fábrica legislativa al servicio de intereses privados. Posiblemente las miserias internas del gobierno de Esperanza Aguirre nunca hubieran visto la luz si la crisis económica no hubiera reducido el pastel y la ambición de la presidenta no sufriera de bulimia. Pero la ambición nos ciega y el poder nos atonta hasta hacernos creer que todo está a nuestro alcance y el precipitado intento de controlar Caja Madrid, es un ejemplo de la desmedida estupidez de la presidenta y del volumen de sus hipotecas políticas. Ha sido una apuesta muy arriesgada y seguramente la peor de las ideas. Sin embargo los posibles beneficios parecían justificar sobradamente los riesgos, quien controlara a la entidad no solo controlaría una importante fuente de financiación del PP, sino también la concesión de créditos a empresas y con este instrumento financiero a su disposición hubiera podido compensar en parte una de las principales carencias políticas de Esperanza Aguirre, la inexistencia de una red de favores y complicidades fuera de la comunidad madrileña.
Independientemente de su nivel de conocimiento de las tramas de espionaje ella es la gran perdedora y responsable política. Si conocía su existencia, por haberla consentido y si la desconocía, por no controlar ni saber poner orden en su gobierno. Por un motivo u otro sus opciones políticas se han reducido, quien era la gran esperanza de la derecha ultra conservadora ha sido fusilada políticamente por cometer el peor de los errores, creer que era ella quien mandaba en su gobierno. La cuestión ahora es si asumirá su responsabilidad o tratará de diluirla salpicando a sus competidores políticos para inducirles a dar rápido carpetazo al asunto. A veces en política encender el ventilador para esparcir la mierda da buen resultado.
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