viernes, 25 de febrero de 2011

Si es blanco y en botella

A veces algunas personas, por la frivolidad con la que invierten sus ahorros, parece que les regalan el dinero. En 1983 un gobierno socialista, recién estrenado, decidió expropiar a un empresario porque su grupo empresarial, conocido como Rumasa, tenía un agujero patrimonial de 110.000 millones de las antiguas pesetas. Aquellos chicos malos que hasta hacía cuatro días habían sido marxistas y vestían chaqueta de pana, se atrevieron, en nombre del interés público, a expropiar un conglomerado de empresas que estaban en una situación crítica. Aquella decisión marcó una época y los actos posteriores del agraviado (que llegó a presentarse en la Audiencia Nacional disfrazado de superman), fueron durante mucho tiempo motivo de chiste y chanza.

El señor Ruiz Mateos con su conducta extravagante, muy semejante a los delirios de un desequilibrado, dio un espectáculo que logró ocultar, tras una cortina de absurdos, las razones objetivas que llevaron a la expropiación. Su esperpéntica actuación convenció a un gran número de ciudadanos, predispuestos ideológicamente a ser convencidos, de que la acción del primer gobierno socialista había sido un acto injusto y arbitrario, obviando el detalle de que durante años el grupo RUMASA llevó una contabilidad B y sus empresas y empleos, estaban al borde del abismo. El ruido acabó cesando, pero es en el silencio donde se fraguan los desastres. Durante todos estos años de discreto anonimato, el empresario dedicó su tiempo a lo mejor que sabe hacer, cocer otra calamidad.

Una mañana escuché en la radio del coche que Nueva Rumasa ofrecía pagarés a un alto interés y en el mismo anuncio indicaba que estos no estaban sometidos al control de la CNMV (Comisión Nacional del Mercado de Valores). La inversión mínima era de 50.000 euros y en ese momento pensé que el “superman” no iba a reunir dinero ni para una capa nueva. Esta impresión quedó reforzada cuando días más tarde, en la misma emisora y horario, la CNMV advertía de que esos pagarés escapaban a su control y pedía precaución a los posibles inversores. Tras esta advertencia, sumada a los antecedentes, pensé que cualquier ser humano con dos dedos de frente y medianamente informado, optaría por dejar el dinero en el banco o directamente quemarlo en la chimenea (así al menos tendría el consuelo de saber cómo lo había perdido).

Pero no, a algunos les pudo la codicia y a otros la leyenda. Los primeros deberían saber que un 12% de rentabilidad, salvo que inviertas en heroína, es puro delirio. Los segundos, quienes por razones ideológicas dejaron de lado las prevenciones más simples e invirtieron por simpatía política, como una manera de reivindicar para sí mismos los actos de desprecio a un gobierno diferente al de sus preferencias, ahora, cuando el desastre se va confirmando y ven peligrar su dinero, espero que acepten con cristiana resignación la pérdida y no pretendan que el Estado, léase nuestros impuestos, responda del dinero, porque desde luego las advertencias eran claras, los antecedentes incuestionables y si es blanco y en botella…

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