jueves, 4 de marzo de 2010

Cuando veas las barbas de Grecia cortar...

La patronal tiene muy claro que sus objetivos se concilian mejor en la espera que en la negociación. Confían, sin disimulos, en que en el 2012 las urnas den paso a un gobierno más receptivo y complaciente con sus demandas. Mientras tanto de lo que se trata es de ir mareando la perdiz, al fin y al cabo, el tiempo solo fortalecerá su posición negociadora y lo saben porque las cifras del desempleo no mejorarán por una razón tan simple como obvia, los problemas de nuestra economía y su alto desempleo no tienen su origen en el mercado de trabajo, sino en la estructura económica del país.

Si una reforma es realmente urgente es la del modelo productivo, esta es la línea difícil, la que exige la concurrencia del esfuerzo y el sacrificio de todos. Pero la patronal parece empeñada en sacar, con una vehemencia que roza el sadismo, el máximo partido a los cuatro millones de parados, solo parecen capaces de recuperar la competitividad desregularizando el mercado de trabajo y presionando los salarios a la baja. Seguramente una reforma laboral es necesaria y existe mucho margen para realizarla sin necesidad de convertir nuestro país en una inmensa “maquila”. Sin necesidad de hacer desaparecer la tutela administrativa o judicial en los procesos de despido y por supuesto sin la exigencia de poner en peligro las pensiones de nadie ni el derecho de un empleado a cobrar mientras está enfermo o tras sufrir un accidente de trabajo. De hecho, es posible una reforma laboral capaz de conciliar la demanda de estabilidad de los trabajadores con la flexibilidad empresarial que la actual situación económica exige, solo es una cuestión de voluntad y ésta es la que parece escasear.

Nuestra economía tiene serios problemas estructurales y una manifiesta incapacidad histórica para absorber la mano de obra y alcanzar el pleno empleo. Durante años algunos políticos presumieron y pregonaron por Europa un éxito económico que, como el irlandés, ha demostrado ser de muy corto recorrido. Ahora llegan los tiempos de ajuste y la única posible salida es desarrollar un nuevo modelo productivo, sin embargo esto no se logra en dos días, ni siquiera en cinco años y requiere además un gran acuerdo político y social que asuma el compromiso de realizar importantes inversiones públicas y privadas en educación, formación para el empleo, I+D e infraestructuras. Lamentablemente, el plan de ajuste griego solo ha sido aplaudido por la Comisión Europea y el FMI cuando ha contemplando la reducción de las prestaciones sociales, el incremento de los impuestos indirectos y el recorte del gasto en obras públicas y educación. Se puede decir más alto pero no más claro, ésas serán las únicas soluciones aceptadas por los mercados financieros y las autoridades económicas, así que con ese panorama no es extraño que algunos dirigentes de la CEOE se sientan con el valor suficiente para no disimular y comportarse como auténticos miserables.

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