lunes, 1 de marzo de 2010

Nuevos retos, viejos hábitos

Cuando corren malos tiempos para la economía real, muchos trabajadores han perdido sus empleos y se exigen sacrificios a los de siempre, tenemos noticias de que el presidente de la siempre incomprendida SGAE se jubilará con una pensión de veinticuatro mil euros mensuales. Teniendo en cuenta que la pensión media de jubilación es España es de 854 euros y el sueldo medio de 21.500 euros brutos anuales, no debería sorprendernos que cientos de ciudadanos, al leer la noticia, se lanzaran a comprar un ordenador para dedicarlo única y exclusivamente a descargar música y películas las veinticuatro horas del día, imputando el pago de los derechos de autor a la futura pensión del presidente de la SGAE.

Seguramente si lo pensamos con más calma, una cuestión no guarda relación con la otra, pero vivimos en una sociedad no solo caracterizada por la inconsistencia de las excusas, sino también por la desmesura y la desproporción. En este contexto de exagerada diferencia entre las rentas de unos pocos y la mayoría de la población, cualquier discurso encaminado a tratar de provocar culpabilidad jurídica o moral tiene muy poco futuro. Difícilmente alguien que apenas puede llegar a final de mes con sus ingresos y para quien el futuro solo será una sucesión de necesidades y deseos materiales insatisfechos se sentirá muy poco inclinado a respetar la propiedad intelectual de unos artistas que, aparentemente, no solo viven una existencia regalada, sino también llena de excesos.

Y si bien con algunos artistas podemos, llegado el caso, mostrarnos tolerantes, qué sería del arte sin grandes dosis de narcisismo, de histrionismo y algo de mal gusto, con los intermediarios nos mostramos más recelosos. De hecho yo añadiría que la mayoría de los mortales simpatizamos con los miles de autores que malviven mientras la llamada industria de la música y el cine, sin compartir el talento de estos últimos, sí que imitan las extravagancias de esos pocos artistas encumbrados al Monte Olimpo. La cuestión es si los problemas de la industria son consecuencia de la piratería o el resultado del intento de mantener, a la desesperada y contra corriente, un modelo de negocio que ignora los nuevos retos tecnológicos y pretende prolongar viejos hábitos, privilegios y márgenes de beneficios a costa de creadores y consumidores.

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