sábado, 6 de marzo de 2010

Pearl Sydenstricker Buck. † 6 de Marzo de 1973

En aquel cuarto antiguo y oscuro, sucio por los años y ahora, además, por la ruina, resonaban, alentadoras, tales palabras, y Ling Tan las oyó. Y las frases caían en su corazón ávido como caen las simientes en una ansiosa tierra en barbecho.
-¿Quién ha dicho eso?-exclamó-. Decidme quién es, porque ayer no estuve aquí.
El primo no tuvo precisión de responder. Todos, ansiosos de explicarse, se apresuraron a contar cuanto sabían. Y llenos de esperanzas y de dudas a causa de la larga dilación, manifestaron a Ling Tan que el hombre que había hablado lo hacía en nombre de los pueblos Mei y Ying. Ling Tan, escuchando a todos, bebía cada una de sus palabras, y éstas arraigaban como semillas en su corazón.
-Pues si esos pueblos están contra el enemigo -dijo-, ¿acaso no están a nuestro lado?
-¿Acaso no lo están?-corearon otros hombres, alborozados-.
Y entonces el prolongado desánimo y la prolongada fatiga hicieron acudir lágrimas a los ojos de Ling Tan. En todos aquellos años de amargura no había llorado. Había visto la ruina de su casa y de su aldea, y descubierto muerte por doquier, y siempre sin llorar. En cambio, las primeras buenas noticias que oía en todo aquel tiempo le hacían prorrumpir en llanto. Reflexionó en lo extraño que ello era y dijo a Lao Er:
-Vámonos.
Su hijo le siguió. Ambos salieron de la ciudad sin que Ling Tan hablase nada.
Pronto se hallaron a buena distancia. El antiguo camino empedrado corría, angosto y tortuoso, a lo largo del valle. Las montañas se perfilaban, sombrías, sobre el cielo. No había luna aquella noche.
En todo este rato, Lao Er se había sentido incrédulo, y en el fondo ansiaba decir a su padre: "Más vale que no contemos con ayuda segura de ningún sitio. ¿Hay hombres capaces de ayudar por nada?" Pero esperaba que el viejo hablase.
No obstante, persistía el silencio, y el mismo Lao Er continuaba callado. Al fin pensó que debía dejar a su padre alguna esperanza, reflexionando: "Yo soy joven y no necesito esperanzas para poder vivir."
Y así, sintiendo el corazón amargado y frío dentro de su pecho, Lao Er anduvo detrás de su padre hasta que le vio alzar la vista a las estrellas y levantar la mano en la oscuridad, como tanteando el viento.
-¿No parece que hay promesa de lluvia? -preguntó Ling Tan de pronto, aludiendo a la extrema sequía que hacia tiempo reinaba-.
-Sólo una promesa -dijo Lao Er-.

"La Estirpe del Dragón"

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