Salvo un escándalo bochornoso como el recuento electoral del año 2000, dentro de unas horas o días conoceremos el resultado de las elecciones en Estados Unidos. Obama parece ser el favorito, solo el color de su piel impide dar por hecho su éxito, ya que el factor racial puede provocar una victoria muy ajustada o una sorpresa de última hora. Ésta no es una cuestión menor en esta campaña, es un elemento esencial capaz de concentrar y movilizar el voto blanco, independientemente de las preferencias políticas e inclinar la balanza a favor de McCain. A este posible efecto se le podría sumar el voto oculto, recogido en las encuestas como favorable al candidato demócrata, pero que a la hora de la verdad se inclinará por los republicanos. Y esta preferencia racial se impondrá a cualquier otra consideración política o económica.
En términos comparativos no hay color entre un candidato y otro, Obama representa un mensaje de renovación, con una retórica atractiva y seductora, una propuesta de ruptura con el pasado inmediato. McCain es la continuidad del desastre neoconservador; sus únicos argumentos durante toda la campaña han sido apelar a un patriotismo de guerra, incluso cuando esta intervención políticamente había quedado deslegitimada y descalificar al candidato demócrata tratando de vincularlo con sectores religiosos de carácter radical. Por el contrario, personalidades relacionados en el pasado con la administración Bush han tomado partido por los demócratas, presentándolos como los únicos capaces de reconducir el desastre económico y político que queda como herencia; pero ante todo, es una toma de posición contra su propio partido, empeñado en presentar a candidatos de bajo perfil político, susceptibles de ser manipulados y condicionados.
Obama no solo representa un cambio del ciclo político inaugurado por Ronald Reagan. La derrota de los republicanos y de los WASP (White, Anglo-Saxon and Protestant) puede tener connotaciones mucho más profundas, ya que no solo sería una evidencia de la perdida de peso relativa en términos demográficos, sino también la depreciación de los valores ideológicos que representan y por supuesto su desprestigio como clase social. Han fracasado como líderes y gestores, su codicia ha llevado al país a una guerra innecesaria e injusta, su miopía ha empobrecido a sus compatriotas y su torpeza ha logrado desprestigiar a su nación, al tiempo que convertían el planeta en un lugar más inseguro.
Seguramente si Obama fuera blanco, ya alguien lo hubiera comparado con Roosewelt y no faltarían razones para establecer este paralelismo. Una situación económica muy complicada, una sociedad necesitada de proyectos e ilusiones y un sistema que requiere de un “New Deal” para superar a los “Neocon” y el empobrecimiento económico, social y posiblemente psicológico experimentando en las últimas décadas. Si Obama es capaz de materializar y concretar este necesario cambio interno y externo ya se verá. Pero dos hechos son evidentes, primero que su triunfo puede implicar para los neoliberales lo que la caída del muro de Berlín supuso para los comunistas y segundo, que a veces, los líderes más atractivos también pueden ser los más decepcionantes. Todo se verá.
2 comentarios:
En otro momento, el triunfo de Obama me habría llenado de euforia, de esperanza ¡un cambio! habría pensado, ahora lo conseguiremos. Pero ya he visto demasiadas representaciones fallidas de cambio que han acabado en oscuridad, en desesperación, en guerra. Y todo ello en nombre del bien para la humanidad. Bienvenido "Mister Obama" suena la fanfarria que acompaña los increíbles equilibrios circenses.
Sólo en momentos de crisis los partidos y los paises se arriesgan al cambio. Evidentemente las personas que los encarnan no son Dioses que puedan de un plumazo cambiar la vida de todos al mismo tiempo, ni tan siquiera es posible porque ese "todo" es un conglomerado heterogéneo en el que los intereses son muy variados. Por lo tanto siempre hemos de prepararnos para un cambio de rumbo, esperanzados que a mejor en sentido general, pero también para algunas sorpresas, dsengaños o sinsabores. Al final, lo mejor es poner todo en los platillos de la balanza y ver que pesa más. Yo espero que, como Felipe González en el '82 -por poner un ejemplo cercano-, al final cuente más lo mejor que hizo y de lo que me siento heredero.
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