La desaparición de las indemnizaciones asociadas a los despidos es una constante en la agenda negociadora de las organizaciones empresariales, independientemente de la situación económica, la patronal española considera esta eliminación, junto con una mayor “flexibilidad” del mercado de trabajo como las claves esenciales para crear empleo o evitar su destrucción. Resulta complicado comprender el concepto empresarial de flexibilidad laboral cuando en nuestro país, más del treinta por ciento de los contratos son de naturaleza temporal, llegándose a formalizar y este es un caso extremo pero no excepcional, contratos de una sola hora de trabajo. Así que esa pretendida rigidez de nuestro mercado laboral es una característica muy discutible.
Quizá deberían hablar con más claridad y decirnos que formalizar el contrato de trabajo por escrito, dar de alta y pagar las cotizaciones sociales, respetar los horarios y salarios establecidos por convenio son molestias que preferirían evitarse. Y en parte comparto su enojo, a mí de hecho me supone una auténtica incomodidad levantarme cada mañana para ir a trabajar, seguramente no soy el único, pero ya que no me quedan más narices, prefiero hacerlo en un entorno donde mis derechos y deberes estén claramente tipificados, donde mi trabajo o su continuidad no dependan exclusivamente del capricho de un jefe y una enfermedad no suponga perder el empleo y ya de paso la casa.
Algunos olvidan mencionar que en este país el despido libre siempre ha existido, otra cosa muy diferente es el despido gratis. Cualquier empresario puede despedir a un trabajador de forma individual, por razones reales o inventadas, siempre y cuando estén contempladas en el Estatuto de los Trabajadores, esperar al acto de conciliación o a la sentencia de improcedencia, pagar la indemnización establecida y aquí paz y después gloria. Eliminando esas cantidades no solo pretenden desequilibrar el mercado de trabajo, presionando los salarios y condiciones de empleo a la baja, sino también restar eficacia a la legislación laboral, transformándola en papel mojado, porque lamentablemente las leyes, si no conllevan una sanción, rara vez son respetadas.
Ahora repasemos la vida laboral de alguno de nuestros amigos o conocidos, seguramente todos conozcamos a alguna mujer despedida después de anunciar su embarazo o a algún trabajador presionado hasta que cansado y asqueado ha firmado la baja voluntaria. O a alguno de esos trabajadores invisibles al sistema porque sobreviven de la economía sumergida, la cual representa, incluidos capitales ocultos en paraísos fiscales, el veinte por ciento del PIB. Si existiendo una legislación laboral sólida y extendida se producen esas situaciones, es fácil imaginarse cual sería el contexto si el poder de empresarios y directivos no estuviera sujeto a derecho o su incumplimiento saliera gratis.
Quizá deberían hablar con más claridad y decirnos que formalizar el contrato de trabajo por escrito, dar de alta y pagar las cotizaciones sociales, respetar los horarios y salarios establecidos por convenio son molestias que preferirían evitarse. Y en parte comparto su enojo, a mí de hecho me supone una auténtica incomodidad levantarme cada mañana para ir a trabajar, seguramente no soy el único, pero ya que no me quedan más narices, prefiero hacerlo en un entorno donde mis derechos y deberes estén claramente tipificados, donde mi trabajo o su continuidad no dependan exclusivamente del capricho de un jefe y una enfermedad no suponga perder el empleo y ya de paso la casa.
Algunos olvidan mencionar que en este país el despido libre siempre ha existido, otra cosa muy diferente es el despido gratis. Cualquier empresario puede despedir a un trabajador de forma individual, por razones reales o inventadas, siempre y cuando estén contempladas en el Estatuto de los Trabajadores, esperar al acto de conciliación o a la sentencia de improcedencia, pagar la indemnización establecida y aquí paz y después gloria. Eliminando esas cantidades no solo pretenden desequilibrar el mercado de trabajo, presionando los salarios y condiciones de empleo a la baja, sino también restar eficacia a la legislación laboral, transformándola en papel mojado, porque lamentablemente las leyes, si no conllevan una sanción, rara vez son respetadas.
Ahora repasemos la vida laboral de alguno de nuestros amigos o conocidos, seguramente todos conozcamos a alguna mujer despedida después de anunciar su embarazo o a algún trabajador presionado hasta que cansado y asqueado ha firmado la baja voluntaria. O a alguno de esos trabajadores invisibles al sistema porque sobreviven de la economía sumergida, la cual representa, incluidos capitales ocultos en paraísos fiscales, el veinte por ciento del PIB. Si existiendo una legislación laboral sólida y extendida se producen esas situaciones, es fácil imaginarse cual sería el contexto si el poder de empresarios y directivos no estuviera sujeto a derecho o su incumplimiento saliera gratis.
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