Hace unos años leí espantado cual era el método anticonceptivo más utilizado por las adolescentes británicas, consistía en cerrar los ojos en el momento del orgasmo. No, no estoy bromeando, según el “saber popular”, transmitido de forma oral entre los grupos de adolescentes (no pretendo dar un doble sentido a esta frase), era un método infalible. Evidentemente el consejo anticonceptivo no estaba sustentado, sino más bien todo lo contrario, ni en la ciencia teórica, ni en la empírica. Aún así, su porcentaje de utilización estaba muy por encima del uso del preservativo y de la píldora.
Paralelamente este país sufrió un incremento espectacular de enfermedades de transmisión sexual (sífilis y gonorrea) y de embarazos no deseados entre adolescentes. Parte de la responsabilidad de esta situación era de naturaleza política. El gobierno conservador de Margaret Thatcher, por razones ideológicas y económicas, eliminó la mayoría de los programas educativos de carácter socio sanitario, incluidos los programas de educación sexual. El resultado de esa decisión fue toda una generación de adolescentes británicos que después de cerrar los ojos, debían abrirlos como platos cuando los hechos y las pruebas demostraban la ineficacia de los métodos anticonceptivos recomendados en los pasillos y aulas de los colegios.
Seguramente, tratar de imponer una visión de la vida y unos modelos de conducta fundamentados en principios ideológicos que casi siempre van contra la propia naturaleza humana, tiene poco sentido práctico y sí muchas consecuencias negativas. Como tampoco es excesivamente ético aprovechar la condición de Obispo de Roma para explotar la ignorancia y el analfabetismo de los feligreses. No solo desaconsejando la utilización del preservativo, sino también afirmando que su utilización empeora las cosas. Es un error irresponsable y con funestas consecuencias. La gente, lo diga el Papa o no, continuará manteniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio (dentro dicen que son poco habituales). Y ante la falta de soluciones, el “saber popular” las buscará por sí mismo.
Ya ocurrió en el pasado, la sífilis, hasta la llegada de la penicilina, era una enfermedad incurable. La inexistencia de una cura dió pie a extravagantes remedios, uno de ellos, muy extendido en la Inglaterra victoriana, consistía en mantener relaciones sexuales con una virgen, lo cual garantizaba la curación. Este absurdo tratamiento ha vuelto a reaparecer en países africanos y en la India, donde se están violando a niñas, cuanto más jóvenes mayores garantías de virginidad, como remedio infalible para curar el sida. Es muy lícito dar una opinión por muy peregrina que sea, pero su autoridad y legitimidad quedan muy cuestionadas cuando implican la muerte y el sufrimiento de miles de personas. Salvo que el objetivo sea sumar mártires o que el número de cadáveres a los pies del Santo Padre sirvan al noble propósito de intimidar a quienes no siguen sus consejos de abstinencia.
Paralelamente este país sufrió un incremento espectacular de enfermedades de transmisión sexual (sífilis y gonorrea) y de embarazos no deseados entre adolescentes. Parte de la responsabilidad de esta situación era de naturaleza política. El gobierno conservador de Margaret Thatcher, por razones ideológicas y económicas, eliminó la mayoría de los programas educativos de carácter socio sanitario, incluidos los programas de educación sexual. El resultado de esa decisión fue toda una generación de adolescentes británicos que después de cerrar los ojos, debían abrirlos como platos cuando los hechos y las pruebas demostraban la ineficacia de los métodos anticonceptivos recomendados en los pasillos y aulas de los colegios.
Seguramente, tratar de imponer una visión de la vida y unos modelos de conducta fundamentados en principios ideológicos que casi siempre van contra la propia naturaleza humana, tiene poco sentido práctico y sí muchas consecuencias negativas. Como tampoco es excesivamente ético aprovechar la condición de Obispo de Roma para explotar la ignorancia y el analfabetismo de los feligreses. No solo desaconsejando la utilización del preservativo, sino también afirmando que su utilización empeora las cosas. Es un error irresponsable y con funestas consecuencias. La gente, lo diga el Papa o no, continuará manteniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio (dentro dicen que son poco habituales). Y ante la falta de soluciones, el “saber popular” las buscará por sí mismo.
Ya ocurrió en el pasado, la sífilis, hasta la llegada de la penicilina, era una enfermedad incurable. La inexistencia de una cura dió pie a extravagantes remedios, uno de ellos, muy extendido en la Inglaterra victoriana, consistía en mantener relaciones sexuales con una virgen, lo cual garantizaba la curación. Este absurdo tratamiento ha vuelto a reaparecer en países africanos y en la India, donde se están violando a niñas, cuanto más jóvenes mayores garantías de virginidad, como remedio infalible para curar el sida. Es muy lícito dar una opinión por muy peregrina que sea, pero su autoridad y legitimidad quedan muy cuestionadas cuando implican la muerte y el sufrimiento de miles de personas. Salvo que el objetivo sea sumar mártires o que el número de cadáveres a los pies del Santo Padre sirvan al noble propósito de intimidar a quienes no siguen sus consejos de abstinencia.
2 comentarios:
Absurda sí, pero después de tantos años parece que aún sigue siendo un arma de control eficaz para la Iglesia, sobre todo cuando las cosas vienen mal dadas y las personas necesitan creer que algo divino puede sacarles de las miserias en las que están sumidas. Es entonces cuando esta sencilla arma resulta más efectiva. El sexo es un instinto básico y esto lo sabe la Iglesia, lo mismo que sabe que pocos podrán cumplir sus preceptos. Y es entonces cuando aparece el sentimiento de culpa le devuelve a la Iglesia unos cuantos fieles arrepentidos y deseosos del perdón que necesitan para el descanso de sus almas...y si de paso colaboran con alguna limosna..mejor que mejor..
Estas semillas es mucho más fácil que florezcan allí donde la formación y la educación escasean, es decir, allí donde el miedo tiene su mejor campo de cultivo..Y si el sexo es un buen arma..el miedo ni te cuento...
Lo has sintetizado de forma muy precisa. El miedo y la ignorancia, juntos o por separado, siempre han sido útiles instrumentos de control social.
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