miércoles, 8 de octubre de 2008

Chantaje a un tonto

Algunos congresistas norteamericanos han acusado a Bush de ser comunista. Los ultra ortodoxos del libre mercado y probablemente también de la Biblia, asustados ante la posibilidad de que el gobierno más por vergüenza que por convicción, una vez regalados los setecientos mil millones de dólares trate de regular los mercados financieros, han decidido atacar esta iniciativa apelando a uno de los terrores clásicos de la guerra fría como era ver convertida a América en un pozo de malditos comunistas.

Estos congresistas han debido andar estos días algo cabizbajos, Cuando ya creían poder respirar con tranquilidad, el gran Satán había sido derrotado sin necesidad de recurrir al átomo, comprueban que el comunismo es una serpiente muy escurridiza y la victoria en la guerra fría tan solo una ilusión. Ahora las hordas rojas, como aquellos invasores de cuerpos, se han introducido en la mente y el corazón de los EEUU. Su presidente posiblemente ha sido sustituido, mientras dormía, por un tipo salido de una vaina. Asustados han debido añorar los viejos tiempos del Senador MacCarthy y su comité de actividades anti-americanas. En sueños deben de haber murmurado el nombre de J. Edgar Hoover, no precisamente por su afición a travestirse, sino por aquellos informes secretos que ponían firme a cualquier legislador dispuesto a salirse de madre. Pero como decía mi abuela, con la Iglesia hemos topado.

La trayectoria personal y política de George Bush esta llena de suculentos despropósitos. Cualquier padre temblaría si uno de sus hijos siguiera el ejemplo vital de este presidente y cualquier chantajista por poco hábil que fuera en su oficio, hubiera logrado, tratándose de otra persona, que el tipo cambiara la política por la pesca. Pero este hombre, lleno de carencias culturales y posiblemente intelectuales, parece hecho de amianto, es incombustible. Su familia ha sabido en su caso hacer de la capa un sayo y han explotado hábilmente las que quizá sean sus únicas virtudes: ser tonto, saberlo y agradecer con pasión los favores recibidos.
Su presidencia se ha regido por esas tres virtudes. Fue elegido gracias a una cuestionable decisión del Tribunal Supremo y a un inacabado recuento electoral en un estado gobernado por su hermano. Se rodeó de antiguos amigos y socios de la industria petrolera y puso a disposición de ella un ejército para invadir y saquear los recursos de una nación independiente. Convirtió la política exterior americana en una extensión de los negocios de esas grandes multinacionales y cuando estos inmorales acuerdos comerciales causaron la muerte de miles de seres humanos, escondió a la opinión pública los cadáveres repatriados y su número.
En política interior no fueron mucho mejor las cosas. Impuso, a cuenta de la seguridad y de la patria, restricciones a los derechos civiles. Y en términos económicos dejó a sus ciudadanos a merced del mercado, permaneciendo indiferente e impasible cuando la clase media, expresión del sueño americano, se empobrecía y perdía sus hogares.
Pese a todo, este raro ejemplar de ser humano que desconcertaría al mismo Darwin, ha sido capaz de sobrevivir a sus propios actos. Quizá por eso sea creacionista, sólo mediante la intervención divina es posible explicar como este tipo ha podido sobrevivir en política tanto tiempo y llegar a ser el presidente de la primera potencia mundial. Seguramente Hoover ni se hubiera molestado en pedir un informe sobre él, sabía perfectamente que es imposible chantajear a un tonto, al menos mientras resulta útil.

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