miércoles, 29 de octubre de 2008

Excelsos traseros

Creí haber leído mal, pero no, lo ponía claramente, aquellos chicos que orgullosos y sonrientes mostraban sus traseros eran los ganadores de un concurso de culos. Uno que se pasa la vida buscando excusas y explicaciones, mediatizado por las actuales circunstancias económicas evocó rápidamente la novela "Danzad, danzad malditos". Pobres chicos, ellos como aquellos personajes de la Gran Depresión han de perder su dignidad para poder ganar un puñado de malditos dólares. Una vez superada mi crisis marxista-teresiana me dije, ni dignidad ni dólares, estos sonríen y cobran tres mil euros por tener el mejor "culo". Y yo que debo de ser bipolar, pasé de la depresión a la risa y después nuevamente a la depresión, no por los culos en sí, los cuales hay que reconocerlo, llevaban con mucha dignidad las bragas y calzoncillos, sino por el hecho de que hubiera gente dispuesta a mostrar sus meritorios culos, sonreír mientras lo hacían y encima dejarse fotografiar.

Hay que joderse, pensé, no son los ganadores de unas olimpiadas matemáticas, ni nuevas promesas de la literatura, ni siquiera el futuro equipo olímpico de natación sincronizada, no señor, son los mejores culos, en letra de molde y en portada de la edición digital de un medio muy catoliquillo. Era necesario disfrutar del momento, ante mis ojos se presentaban los triunfadores, la expresión de un concepto artístico muy volátil, era casi un momento de éxtasis, como las esculturas de hielo y a diferencia de los grandes autores y artístas, a estos con la madurez les llegará la decadencia.

Estaba siendo testigo, solo ahora soy consciente, de un momento único e irrepetible de nuestro desarrollo cultural. Volví a mirar la foto picado por la curiosidad y veo a dos jóvenes y dos jóvenas (no seamos sexistas y pasémonos los genéricos por el forro del abrigo) sonriendo con entusiasmo y mostrando con orgullo sus excelsos traseros. Y uno vuelve a pensar ¡Esto es la leche! . Y después de unos minutos, una vez superada una nueva crisis bipolar y mientras trataba de despejarme de la impresión leyendo un artículo sobre una de esas chorradas que pasan en Irak, de repente, de forma inesperada, como una revelación, se hizo la luz.

Caí en la cuenta de que no era tan sencillo organizar un concurso de ese tipo, no es cualquier cosa. Primero debes ser capaz de reunir a un grupo de gilipollas integrales o profundos, personas que se han pasado la vida mirándose el trasero en un espejo y han vivido observando el de otros, comparando mentalmente, anotando las diferencias y dedicando horas de lecturas en técnicas de mejora de sus traseros. Luego, tras el largo proceso de aprendizaje, de conocimiento de tu propio culo, llegas a la fase de convencimiento, afirmas sin sonrojo ni inseguridad :"tengo un gran culo" (gran en términos cualitativos, se entiende, esta temporada se lleva el culo anoréxico-anécdota, de líneas poco definidas, pero corte respingón y colores tostados). Tras esa dura fase de crecimiento artístico y personal, llega el momento de cuidarlo, de poner en él todas tus ilusiones y expectativas, de mirárselo y decir mientras lo señalas: "tú llegarás lejos".

Una vez reunes al grupo de jóvenes y jóvenas, convencidos y convencidas de sus talentos y posibilidades de éxito, llega la parte intelectual del asunto, quizá por eso la más complicada. Buscar a un grupo de expertos en culos y persuadirlos para hacer de jueces implacables, sacarlos de sus bibliotecas o laboratorios donde con constancia y tesón, tratan de desentrañar todos los secretos de un buen culo. Esta no debe ser una tarea sencilla, es todo un reto reunir a un grupo de especialistas, dispuestos a revelar los secretos de los gluteos más refinados al resto de mortales. Mostrar al gran público sus profundos conocimientos estéticos sobre el trasero del homo y homa sapiens sapiens. Es todo un arte separar los culos normales de los notables y de estos últimos los excelentes.

Pese a las apariencias, insisto de nuevo, no es sencillo organizar un concurso de ese calibre. Poca gente es capaz de juntar en tan poco tiempo y en el mismo lugar a tanto gilipollas y tonto del culo. Pero sobretodo es un ejercicio de irresponsabilidad, porque luego han de ser los padres quienes apechuguen con los éxitos de sus vástagos. Si tuviera un hijo, cosa extraña, después de leer esta noticia y ver dos sesiones de gran hermano, la vasectomía no me parece tan mala opción. Pero si ese improbable hijo mío, ese cariñito de mi corazón, esa cosita tierna de mi alma (perdón, para escribir utilizo el método Stalisnavski y a veces se me va la mano) creciera y apareciera un día con su diploma al mejor culo bajo el brazo y presumiendo de ello, lo miraría con cariño, ternura y comprensión, le diría con sinceridad: hijo, no es mérito tuyo, se llama genética, pero lo otro tampoco es culpa tuya, se llama hipoxia y ya demandamos al tocólogo. Aunque como la paternidad es blanda con sus propios accidentes y errores, quizá guardaría silencio mientras pienso aquello de que lo que Dios no da, Salamanca no presta. Y eso tampoco es culpa de nadie.

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