viernes, 17 de octubre de 2008

Desconfianzas, hígados y pensiones.

Por fin el Presidente del gobierno y el líder de la oposición se han reunido, no sabemos si a cara de perro o a pecho descubierto para discutir las medidas ante la difícil situación económica. Pese a la reticencias del líder de la oposición, las fuerzas sobrenaturales de la Banca, por algo financian las campañas electorales, han logrado sentar a ambos políticos, si no juntos si al menos frente a frente.

Parece ser éste era un trascendente e imprescindible trámite para transmitir una imagen de unidad ante la crisis económica. Un gesto de tranquilidad y responsabilidad destinado a calmar a inquietos ciudadanos, quienes hasta hace unas semanas vivíamos felices y contentos porque nuestros Bancos eran la leche de solventes y fiables. Nuestro ruedo ibérico parecía inasequible a las convulsiones financieras, nuestros profesionales de banca estaban lejos de las irresponsables prácticas de sus colegas europeos y norteamericanos; eran, en definitiva, todo un ejemplo de seriedad y rigor.

Claro que la fachada de seriedad y rigor de esos profesionales duró muy poco tiempo. Una mañana el ministro del ramo nos desconcertó. Nuestros banqueros eran igual de impresentables como el resto de sus colegas, aún así nuestros ahorros estaban a salvo y es entonces cuando nos ponemos en alerta, no por nuestros ahorros, sino porque conocemos nuestro país y el “modus operandi” de alguno de sus políticos. Es entonces cuando este país de “paganos” impenitentes empieza a preguntarse con evidente fastidio cuánto nos costará la solvencia de nuestros Bancos. Sólo los “mileuristas” muestran indiferencia, al fin y al cabo sus ahorros caben en un monedero y este les acompaña a todas partes, solo esta sujeto al peligro de ser saqueado por vagos y maleantes, gente a la vista de los acontecimientos, infinitamente más confiable que esos "brokers" metidos a "destroyers".

Esos días de octubre contuvimos el aliento, el país avanzó a cámara lenta, los gestos serios y adustos de nuestros líderes era una premonición del zarpazo que nuestros bolsillo iban a sufrir. Cuando oíamos las palabras futuro, superación y sacrificio nuestros hígados se contraían un poco más, enviando a nuestros bolsillos pinchazos de aprensión. El problema de nuestros Bancos no era una cuestión de dinero, sino de confianza entre ellos. Argumento muy razonable y fácilmente aceptado. Se requiere una lobotomía para confiar en un Banco. Finalmente llego el día, la confianza interbancaria solo costaría ciento cincuenta mil millones de euros…hasta final de año. Todos nos quedamos patidifusos. ¿Pero esta gente cómo se apellidaba, Montescos o Capuletos? ¿Qué leían en el desayuno, Bodas de sangre? Porque ciento cincuenta mil millones de euros para capear tres meses, era mucha tela en desconfianza. Nuestros hígados buscan alternativas, quizá mediadores o terapias de grupo servirían para limar asperezas entre ellos y nos ahorraríamos una pasta. Nada de eso, insiste el ministro; hay que aflojar la mosca. Y el ministro que es de Hacienda pero también tiene sentimientos, añade… No costará ni un euro al contribuyente y nosotros, la fiel infantería, con los hígados ya corroídos por la cirrosis respiramos aliviados y pensamos, “menudo mosqueo pillarán los lituanos cuando se enteren que han de pagar nuestra deuda nacional.”

Finalmente el Presidente del Gobierno y el Líder, a duras penas, de la oposición, para oficializar el final de las hostilidades interbancarias, para escenificar “la paz de los tres meses” se reúnen. Luego llegan las declaraciones conjuntas, el presidente como el que no quiere la cosa, así de pasada, afirma tener intención de convocar el Pacto de Toledo. La Seguridad Social debe adaptarse, reestructurarse para enfrentarse al futuro, si bien ya estamos acostumbrados a la suavidad de Zapatero, nos sorprende la tranquilidad de Rajoy. Cuando este deja el aspaviento durante cinco segundos para permitir hablar a su contrincante es cuando realmente nos entra a todos el pánico, especialmente cuando sabemos que este tipo hasta hace dos días exigía, como forma de capear el temporal, el abaratamiento del despido y más flexibilidad laboral.
Ahora coñas aparte y desconfianzas incluidas, me pregunto si debemos tener motivos para estar preocupados, si los periodos de carencia de nuestras prestaciones serán ampliados o su cuantía será reducida. Y ya puestos a sentir miedo, me pregunto también, si esa reestructuración incluirá, ante la falta de liquidez de esa banca tan estupenda, privatizar total o parcialmente nuestro fondo común de pensiones para que después de la tregua navideña puedan continuar desconfiando sin que a nosotros nos cueste nada o casi nada.

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