lunes, 20 de octubre de 2008

Justicia: Una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece

Los secretarios judiciales convocan una huelga porque uno de los suyos ha sido sancionado por el Ministerio de Justicia. No recuerdo que hicieran lo mismo cuando una niña murió a manos de un pederasta. No sé si entonces, en un ejercicio de dignidad, detuvieron su actividad durante unas horas para, como mínimo, fingir conmoción por la noticia de que un delincuente, procesado y condenado, no ingresó en prisión por pura desidia; perdón, por un error, aprovechando ese periodo de "gracia" para cometer un nuevo delito.
Tienen motivos para estar indignados, ya que cuando se dispensa impunidad todos exigen para sí el mismo trato. Los jueces han dado ejemplo de su particular interpretación de la justicia. El buen nombre de los jueces estaba en entredicho y ellos han optado por confirmar a los ciudadanos, como ahora están haciendo los secretarios, que existen sobradas razones para dudar de su imparcialidad y posiblemente también de su integridad profesional. Ellos con su decisión han dejado muy claro lo voluble que puede llegar a ser su rigor y como las faltas propias siempre quedan eximidas o ridículamente sancionadas, mientras las de otros, a veces sin venir a cuento, son juzgadas con extrema dureza.
Estos secretarios deben preguntarse por qué uno de los suyos es suspendido de empleo y sueldo, cuando el juez responsable sale de rositas con tan solo una multa. Si les sirve de consuelo todos nos hacemos la misma pregunta. También a los ciudadanos nos asombra la desproporción de la sanción. Un error que conlleva el asesinato de una niña es ventilado con mil quinientos euros para uno y dos años de suspensión de empleo y sueldo para otro. Todo un ejemplo de equidad y justicia.
Ojalá todos nos volviéramos cuerdos y nunca más se cometiera una falta o un delito, que los particulares resolviéramos nuestros asuntos sin necesidad de juzgados ni jueces. Ojalá llegará el día que pudiéramos enviar a todos estos tipos de corazón duro a sus casas, a mirarse en el espejo, para que pudieran ver sus conciencias reflejadas en él sin el alivio de la impunidad concedida por sus iguales.

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