Mañana es lunes y este año la fiesta nacional en solidaridad con las serias dificultades de nuestra economía ha decidido caer en domingo. Mañana no habrá excusas patrioteras para quedarse en cama. No hay mejor tributo a la patria que levantarse e ir a trabajar, aunque lo hagas cagándote en tó mientras finges tener prisa e interés por llegar a esa maldita nave, en ese puñetero polígono diseñado por un arquitecto especialista en laberintos y en que todas las naves industriales sean iguales. Y si no fuera por las furgonetas de SEUR que pasan de todo y aparcan como les da la gana, te meterías en otra empresa con la misma fachada, el mismo capullo en la puerta y las mismas caras de cansancio.
Entras corriendo para encontrar la cara torcida del gilipollas que cobra diez euros más que tú al mes pero se comporta como si la empresa fuera suya o sus problemas de todos. Saludas a tus compañeros con un gruñido, nadie se ofende, a esas horas todos somos perros cansados, otros ni siquiera pueden gruñir, se han pasado el fin de semana haciendo de seguratas o camareros con la esperanza de poder arañar unos días de gracia al Banco, empeñado en llevarse por delante piso, muebles y coche al menor retraso en los pagos.
A las once llega el jefe mirando el reloj como si hubiera desayunado con un ministro y llegara tarde a cepillarse a un banquero. El capullo de los diez euros se arrastra babeando hasta él y pregunta al Sr. Pérez cómo está, cómo ha pasado el fin de semana y si el Sr. Pérez necesita alguna cosa. Y el Sr. Pérez que es un cachondo y aún le dura el efecto del Chivas que se ha tomado en el desayuno, se lo quita de encima llamándole mosca cojonera. Y el capullo, por algo se ha ganado el título de capullo, retrocede sonriendo mientras mira por el rabillo del ojo, a ver quién está riendo la ocurrencia del jefe.
Pero no tiene suerte, estaremos aún dormidos, pero llevamos semanas viendo como el jefe cuando nos mira pone cara de ERE (Expediente de regulación de empleo). Se ha convencido al final de que nadie faltará a su puesto de trabajo, nadie caerá en coma, al menos antes del nuevo año. Así que ha decidido entrar a saco y llorarle al gestor, al cual le da exactamente igual cuántas lágrimas derrame el empresarillo, que entre pucheros y mocos se ve en la obligación de poner a sus queridos esclavos en la puñetera calle. Al gestor se la suda, solo piensa cómo cobrar antes de tramitar el ERE, no vaya a ser que las dificultades de ese tipo sean reales y las lágrimas al final las ponga él.
A las doce el impresentable vestido de Armani sale de su despacho y vuelve a mirar el reloj mientras sonríe a Carmencita, la secretaria con dos enormes talentos y una sonrisa que nos derrite a todos. Ella aguanta resignada las gracias e insinuaciones del jefe y sus comentarios taberneros le resbalan. Es una romántica y solo tiene ojos para su novio de toda la vida, ese mensajero ojeroso y con los pulmones fastidiados por la cantidad de tubos de escape que se fuma cada día. Si no fuera por su simpatía y buena memoria esta empresa se hubiera ido hace mucho tiempo a tomar por el culo. Además de talentosa, simpática y romántica, es cojonuda, ella nos ha soplado lo del ERE.
El consultante del Rolex nos ha ido preparando para cuando llegue el momento. Que las cosas no van bien, que los bancos no aflojan pasta, que estamos fatal. Pero cómo vamos a ir bien pedazo de gilipollas, si cada año cambias de Mercedes y en tu casa hasta el perro tiene yacuzzi. El coche no cuesta nada a la empresa, es un “leasing” dice él. Su puta madre pensamos el resto. ¿Y quién paga la casa en La Moraleja? ¿Y el dúplex en Alicante ? ¿Y el chalet en la sierra ? Y los gastos en putas y fiestas con la excusa de vender tornillos, que serían los que tu habías ido perdiendo, porque en esta empresa siempre hemos fabricado tuercas.
A veces vendías algo, pero en otras ocasiones los tipos miraban el reloj mientras apartaban tetas y copas, maldiciendo por lo bajo porque ya no llegarían a tiempo al partido del nieto y acababan comprándole las tuercas a un chino de Hong Kong que lo único cachondo que tenía era el acento.
Ahora, el pobre del Rolex y del Mercedes en la puerta pasa apuros para llegar a final de mes, él ya no tiene nada, todas sus propiedades son de “leasing”. Y yo pensando que su madre se llamaba Paquita, quien después de haberse matado toda la vida para tirar adelante a tres hijos, descubrió cómo hacer fortuna cuando la pobre ya no reconocía a nadie y desde entonces ha sabido acumular, en el trastero de casa, varios kilos de billetes de quinientos euros. Lo dicho, mañana a las siete todos desfilamos por la Castellana camino del trabajo, es verdad, es un auténtico coñazo y que dure.
Entras corriendo para encontrar la cara torcida del gilipollas que cobra diez euros más que tú al mes pero se comporta como si la empresa fuera suya o sus problemas de todos. Saludas a tus compañeros con un gruñido, nadie se ofende, a esas horas todos somos perros cansados, otros ni siquiera pueden gruñir, se han pasado el fin de semana haciendo de seguratas o camareros con la esperanza de poder arañar unos días de gracia al Banco, empeñado en llevarse por delante piso, muebles y coche al menor retraso en los pagos.
A las once llega el jefe mirando el reloj como si hubiera desayunado con un ministro y llegara tarde a cepillarse a un banquero. El capullo de los diez euros se arrastra babeando hasta él y pregunta al Sr. Pérez cómo está, cómo ha pasado el fin de semana y si el Sr. Pérez necesita alguna cosa. Y el Sr. Pérez que es un cachondo y aún le dura el efecto del Chivas que se ha tomado en el desayuno, se lo quita de encima llamándole mosca cojonera. Y el capullo, por algo se ha ganado el título de capullo, retrocede sonriendo mientras mira por el rabillo del ojo, a ver quién está riendo la ocurrencia del jefe.
Pero no tiene suerte, estaremos aún dormidos, pero llevamos semanas viendo como el jefe cuando nos mira pone cara de ERE (Expediente de regulación de empleo). Se ha convencido al final de que nadie faltará a su puesto de trabajo, nadie caerá en coma, al menos antes del nuevo año. Así que ha decidido entrar a saco y llorarle al gestor, al cual le da exactamente igual cuántas lágrimas derrame el empresarillo, que entre pucheros y mocos se ve en la obligación de poner a sus queridos esclavos en la puñetera calle. Al gestor se la suda, solo piensa cómo cobrar antes de tramitar el ERE, no vaya a ser que las dificultades de ese tipo sean reales y las lágrimas al final las ponga él.
A las doce el impresentable vestido de Armani sale de su despacho y vuelve a mirar el reloj mientras sonríe a Carmencita, la secretaria con dos enormes talentos y una sonrisa que nos derrite a todos. Ella aguanta resignada las gracias e insinuaciones del jefe y sus comentarios taberneros le resbalan. Es una romántica y solo tiene ojos para su novio de toda la vida, ese mensajero ojeroso y con los pulmones fastidiados por la cantidad de tubos de escape que se fuma cada día. Si no fuera por su simpatía y buena memoria esta empresa se hubiera ido hace mucho tiempo a tomar por el culo. Además de talentosa, simpática y romántica, es cojonuda, ella nos ha soplado lo del ERE.
El consultante del Rolex nos ha ido preparando para cuando llegue el momento. Que las cosas no van bien, que los bancos no aflojan pasta, que estamos fatal. Pero cómo vamos a ir bien pedazo de gilipollas, si cada año cambias de Mercedes y en tu casa hasta el perro tiene yacuzzi. El coche no cuesta nada a la empresa, es un “leasing” dice él. Su puta madre pensamos el resto. ¿Y quién paga la casa en La Moraleja? ¿Y el dúplex en Alicante ? ¿Y el chalet en la sierra ? Y los gastos en putas y fiestas con la excusa de vender tornillos, que serían los que tu habías ido perdiendo, porque en esta empresa siempre hemos fabricado tuercas.
A veces vendías algo, pero en otras ocasiones los tipos miraban el reloj mientras apartaban tetas y copas, maldiciendo por lo bajo porque ya no llegarían a tiempo al partido del nieto y acababan comprándole las tuercas a un chino de Hong Kong que lo único cachondo que tenía era el acento.
Ahora, el pobre del Rolex y del Mercedes en la puerta pasa apuros para llegar a final de mes, él ya no tiene nada, todas sus propiedades son de “leasing”. Y yo pensando que su madre se llamaba Paquita, quien después de haberse matado toda la vida para tirar adelante a tres hijos, descubrió cómo hacer fortuna cuando la pobre ya no reconocía a nadie y desde entonces ha sabido acumular, en el trastero de casa, varios kilos de billetes de quinientos euros. Lo dicho, mañana a las siete todos desfilamos por la Castellana camino del trabajo, es verdad, es un auténtico coñazo y que dure.
2 comentarios:
¿Por qué tanta palabra malsonante, falta de recursos, tal vez?
Te han delatado. A ver si hablamos, eso sí, llama tú que ando falto de recursos.
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