jueves, 23 de octubre de 2008

Crónicas de un marciano perplejo (Y muy mosqueado)

Los madrileños serán sancionados si no separan la basura. Cómo controlarán el cumplimiento de esta normativa es un absoluto misterio y me muero de impaciencia por conocer el método escogido por el Ayuntamiento para aplicar la medida. Quizá dispongan agentes en cada contenedor de basura con la clara instrucción de registrar todas y cada una de las bolsas o puede que opten por la solución aeroportuaria y recurran a arcos de seguridad capaces no solo de diferenciar el plástico del aluminio o de la materia orgánica, sino también si la ropa interior de los ciudadanos es de fibras naturales o sintéticas.

Estoy completamente a favor de casi todas las medidas encaminadas a preservar el medio ambiente. Mis dudas se manifiestan cuando la protección parece transformarse en una excusa recaudadora o solo forma parte de un discurso políticamente correcto. En estos supuestos es cuando a uno le entran ganas de llenar una bolsa con sus propios residuos orgánicos, eso si, sin aditivos ni conservantes, manteniendo todas sus propiedades naturales y enviarla al despacho del político o técnico de turno responsable del departamento con una nota de sugerencia. No necesita ser una nota muy extensa; si lo bueno breve, dos veces bueno. Eso sí, redactada con mucha educación y afecto, para no desentonar con nuestro presente, recordándole que en todo caso incentivar la separación de basura mediante deducciones fiscales, por ejemplo sobre el impuesto de recogida de basuras, quizá sea una medida mucho más efectiva que las multas, además de tener el efecto beneficioso de despejar nuestras dudas respecto a la intención recaudadora de la administración.

También es posible recordarles en esta nota, no es imprescindible, que estas deducciones fiscales son eficaces y realmente estimulan el cumplimiento de los objetivos. Hace unos quince años, este país se propuso arrasar la costa mediterránea, construyendo a pie de playa, quemando bosques y reduciendo parques naturales hasta que tuvieron el tamaño de una maceta mediana. Podemos decir con orgullo que lo hemos logrado y esto nunca hubiera sido posible sin la inestimable contribución de las diferentes administraciones, quienes ofrecieron todas las facilidades, incluidas desgravaciones fiscales a cualquiera dispuesto a arrasar un paraje natural y construir una urbanización. Les animo a potenciar las desgravaciones, a poner tapones en los tubos de escape de los coches, en las chimeneas de las térmicas y cementeras y si sobra alguno, pueden metérselo… en la boca.

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