Por Claudia.
Estaba leyéndolo y encontraba una diferente manera de escribir...pero hasta el final no vi que era otro el autor.Me imagino que lo que cuentas será algo común a muchas ciudades grandes, reconozco que siempre fui partidaria de las pequeñas ciudades de provincias. Diecisiete años viviendo en un pueblo te permite disfrutar de una infancia especial, de una filosofía de vida distinta...pero también te muestra el lado oscuro que casi todas las cosas tienen. Te fumas el primer cigarrillo en la orilla del río, lejos de casa y de las calles conocidas...das el primer beso ya de noche y sin nadie cerca...y al llegar a casa encuentras a tu madre con la zapatilla en la mano y un detallado relato de los hechos, escena a escena. El cine ya cerró, teatro hubo uno hace más de cuarenta años, la Biblioteca ya casi la leíste entera...Los pueblos suelen ser el paraíso de la infancia y un placer para nuestra madurez (especialmente cuando trabajas en la ciudad y el pueblo está ahí, esperando, para servir de descanso al guerrero), pero para el resto de la película...prefiero una pequeña ciudad tranquila.
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