
Ya descubrieron en el pasado, cuando su candidato mostraba suaves formas y hablaba el catalán en la intimidad, cual era la táctica para poder gobernar. Guardar en el armario las nostalgias y rencores del abuelo y mostrarse como una tibia y moderna fuerza política de derechas, alejada de los fantasmas de conquista y exclusión sobre los cuales siempre habían construido sus discursos. Puede que todo haya sido una operación de marketing, una puesta en escena para ocultar el pulso interno por el poder y convertir la sorda y miserable lucha por los cargos, en una reflexión sobre el pasado y futuro de sus métodos y estrategias.
Si todo ha sido ciertamente un viaje al centro, debemos reconocer la capacidad de autocrítica y reflexión de los militantes de esa organización, aquellos que tan a gusto se sentían siendo definidos como franquistas sociológicos y se empeñaron en tomar las calles al grito de “por Santiago y cierra España”, amenazando a tirios y troyanos con ejemplares castigos, humanos y divinos. Esos que destilaron rencor durante cuatro años contra todo aquel que se dejó “engañar” y no les votó. Durante cuatro años mostraron y expresaron un profundo resentimiento contra quienes confiaron en la investigación policial, en los tribunales y en el sentido común, negándose a ser manipulados por titulares surrealistas y a suscribirse a esperpénticas conspiraciones.
Ahora en apenas tres días conciliares, los defensores de la cristiandad y martillo de herejes, abandonan espadas y posiciones, volviendo a mostrar ante todos los ciudadanos sus delicadas virtudes centristas. Son de nuevo tiernos cachorros publicitarios que arrastran por toda la casa largas tiras de papel higiénico. Vuelven a ser respetuosos con la diferencia y firmes defensores de los principios democráticos. Debemos felicitarles por su rápida conversión, por su gran capacidad para reconocer y subsanar los errores.
Yo, prisionero de mi escepticismo, esperaré como Santo Tomas a meter el dedo en la llaga para comprobar la santidad centrista de esa organización y poder tener la absoluta certeza de que los apóstoles de la extrema derecha, al tercer día resucitaron transformados en demócratas.
"El escepticismo de Santo Tomás" Caravaggio.
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