viernes, 25 de julio de 2008

Crónicas de un tiempo sin líneas (III)

El amor es para siempre
No sufráis, niñas, no sufráis...Que el hombre es un farsante;Un pie en la tierra, otro en el mar. Jamás será constante.¿Por qué sufrir? Dejadles ir...y disfrutad la vida.No cantéis, niñas, no cantéis lamentos de infortunio que el hombre falso es desde que el mundo es mundo. ¿Por qué sufrir?Dejadles ir...y disfrutad la vida. Vuestros suspiros convertid en cantos de alegría.
William Shakespeare. Mucho ruido y pocas nueces.
-Irene cariño, no ha sido culpa mía-. Grito estas palabras encerrado en el despacho, mientras trato de marcar un número de teléfono, casi ensordecido por los golpes contra la puerta y los gritos con los que Irene acompaña su llanto. Ya han aparecido dos patrullas de policía avisadas por los vecinos. Se han marchado, riéndose, después de comprobar que salvo el mobiliario nadie había sufrido daños físicos.
No ha sido culpa mía, todo el mundo sabe que estas cosas pasan, uno no sale a la calle buscando un nuevo amor. Se levanta como todos los días y por casualidad acaba conociendo a otra persona. Es un accidente, eso es, sólo es un accidente. Y estos, todo el mundo lo sabe, son inevitables.
Yo era feliz con Irene, bueno… aún lo soy. Pero la chispa de entusiasmo de los primeros años ha desaparecido. No tengo ninguna queja. En cambio, ella de mí podría confeccionar una larga lista de quejas y de defectos. Irene ha lidiado con esos defectos de mi carácter durante todo este tiempo sin realizar un solo reproche, pacientemente. Y siempre con cariño ha estado a mi lado, unas veces en silencio, otras hablándome durante horas sólo para intentar que me sintiera mejor. Pensaba que entendería la situación, siempre ha sido tan comprensiva. No se me ocurrió pensar que esta vez pudiera ser diferente.
Cuando la conocí creí que mi amor sería para siempre, también es verdad que nunca antes una mujer como Irene me había hecho caso. De hecho casi todas las mujeres pasaban por mi lado como si fuera invisible, eso cuando no tropezaban conmigo por el hecho de que no habían reparado en mi presencia. Para ellas era poco más que un ficus en la puerta de una oficina. Así fue gran parte de mi vida. Mientras mis amigos parecían tener una facilidad pasmosa para “ligar” yo siempre era el tonto que se quedaba sonriendo en un rincón, tratando de disimular mi desconcierto y por supuesto mi envidia. Todo cambió cuando conocí a Irene, fue un amor a primera vista, ella era un sueño, mi sueño, el de cualquier hombre. Supongo que nunca he sido gran cosa, ni en lo físico ni en lo intelectual y el paso del tiempo no ha mejorado, ni siquiera ha logrado disimular estas carencias, más bien diría que ha ido empeorándolas. Pese a todas las operaciones e injertos, mi barriga ya se anuncia más de lo debido y salvo en el trasero, apenas me queda ya pelo. Así que fue una sorpresa que alguien inteligente y atractiva como Irene mostrara desde el primer minuto tanto entusiasmo y cariño hacia mi mediocre persona y desde ese día hemos estado juntos. A su lado por fin fui inmensamente feliz, esa parte de la vida que nunca antes había descubierto, de la que sólo había sido testigo, por fin se me revelaba y todo se lo debo a ella.
Pero ya se ha terminado. He intentado decírselo, explicarle mis razones, pero no me dejó acabar. Nunca hubiera esperado una reacción como la que ha tenido. Empezó a cambiar de color, sus ojos se inyectaron en sangre y me fulminó con su mirada. Parecía a punto de lanzarse sobre mí, pero entonces empezó a llorar y a gritar, lloraba como nunca antes había visto llorar a nadie ¡y joder¡ lleva horas haciéndolo. Es horrible mi cabeza está a punto de estallar, lo he intentando todo, órdenes directas, chantaje emocional, amenazas, incluso seducirla, pero no hay manera, su llanto no cesa. Finalmente, después de cinco intentos, el teléfono da tono de llamada.
-Industrias Gente Sintética, ¿dígame?
-Oiga, tengo un problema con uno de sus androides.
–No se preocupe de nada señor. Nosotros estamos aquí para ayudarle en cualquiera de sus consultas o problemas. ¿Qué modelo por favor?
-Un 1200B- respondo.
-Antes de continuar señor, ¿me podría decir su nombre para dirigirme a usted?
-Juan, Juan Fernández. Aunque quizá usted quiera llamarme Juan tonto-el-culo -digo casi en un susurro.
-Perdón Don Juan. ¿Qué ha dicho?
-No, nada señorita.
-Muy bien Don Juan, ¿en que puedo ayudarle?
-Pero si acabo de decírselo, tengo un problema con uno de sus androides.
-Bien, Don Juan. ¿Me podría dar el número de serie por favor?
-Oiga ¿y de dónde saco yo ese número?
-Está en la planta del pie de su androide Don Juan.
-¿Pretende usted señorita que le pida a mi androide que levante su pie para que me enseñe el número de serie? Usted debe estar de coña. Ni loco le pido yo ahora mismo a Irene que se descalce y me enseñe el pie.
-Si en este momento no es posible consultar ese dato, también puede obtenerlo del contrato firmado con nosotros. Es el código alfanumérico de doce dígitos que consta en el encabezamiento. ¿Tiene usted a mano nuestro contrato?
-Espere un momento-. Por dios que se calle de una vez, esos gritos me están acuchillando la cabeza. Busco en la uno de los cajones de mi mesa de trabajo. Ahí está. Casi me siento un campeón al haber encontrado un contrato que ni recordaba que existía.
-Lo tengo señorita. Le dicto: 894571120Ueb.
- Gracias Don Juan. Ahora ¿me podría dar el código que se le facilitó el día de la adquisición?. Está justo debajo del número de serie.
-189094 ¿y ahora qué coño me pedirán? ¿Mi DNI?
- Está bien Don Juan. Ahora por favor ¿me podría dar su documento nacional de identidad?
¡La madre que los…!- Señorita por favor, que es una emergencia…
- Don Juan es mi obligación preguntarle todos estos datos, es por su seguridad, debemos comprobar su identidad.
Le resoplo mi maldito número de identidad, al menos este me lo sé de memoria.
-Muchas gracias Don Juan. Si me concede un segundo realizo las comprobaciones necesarias.
No me da tiempo a contestarle y a los gritos de Irene se le suma ahora la canción estúpida y pegadiza de su publicidad.
-Hola de nuevo Don Juan. ¿Esta usted ahí?
-Claro que estoy aquí, señorita.
-Sí, es correcto .Usted adquirió un modelo de compañía, sexo femenino, hace unos cuatro años.
-Pero señorita ¿puedo explicarle cuál es mi problema?
La voz amable me responde: -Señor todos estos pasos son necesarios para ayudarle, lo mejor posible, a resolver su problema. Y bien, dígame, ¿cuál es el problema?
Por fin hemos llegado a la parte que me interesa.
-Pues mi androide esta gritando, golpeando la puerta y llorando.
-Perdón, ¿dice que su androide llora? Eso es imposible.
-¿Imposible? Acerco el teléfono a la puerta unos segundos. ¿Lo ha oído señorita? ¿Me cree ahora?
-Yo no tengo ninguna razón para no creerle Don Juan, sólo le digo que eso es imposible.
-Pues este lleva seis horas berreando como una loca. Alguien debería decirle que es imposible, a ver si así se calla de una puñetera vez.
-Bueno Don Juan, cálmese, nuestros androides son muy estables, no enloquecen y sus leyes básicas les impiden hacer daño a ningún ser humano. No corre usted ningún peligro.
-Señorita… era una manera de hablar.
-Veamos. ¿Ha probado a reiniciarlo?
-Pues sí señorita, tres veces. Y no sólo no se reinicia sino que cada vez chilla más alto.
-Vaya, pues Don Juan, le paso con el servicio de mantenimiento, porque este tema parece complicado. Antes de que le pase, ¿tiene usted alguna otra consulta relacionada con nuestros productos?
¡Cago en tó!, ¿de dónde sacan a estos genios? –No, señorita…no tengo más consultas ni problemas.
-Entonces le paso. Buenas tardes y gracias por llamar a nuestro servicio de atención al cliente.
Vuelvo a oír la cancioncilla que si antes me resultaba indiferente, ahora cada vez que la escuche me provocará un ataque de epilepsia.
-¿Dígame?- otra voz, esta vez masculina me atiende. –Don Juan mi compañera me ha informado de que tiene un problema con uno de nuestros modelos.
–Si- respondo con una voz cansada.
-Bien, no se preocupe, su unidad funciona correctamente.
Me despierto de golpe - ¿Cómo? Si lleva seis horas berreando, ¿quiere que le acerque el teléfono?
-No será necesario Don Juan-, responde con la misma voz suave, que siempre tiene el efecto de exasperar más. -No, no señor, no es ningún problema. Seguramente usted ha comunicado a nuestro androide su deseo de poner fin a la relación.
-Pues sí, eso es lo que ha ocurrido.
-Entonces no se preocupe, es nuestra rutina de doble-confianza.
Empiezo a desesperarme. Rutina de doble-confianza, de qué diablos está hablando este tipo. Inspiro profundamente y pregunto con la contención del psicópata:
-¿Puede por favor explicarme eso de la “rutina”?
-Es bien sencillo- responde -. Estamos convencidos de la excelencia de nuestros productos, de que estos están en condiciones de satisfacer todas sus necesidades a lo largo del tiempo y de que usted, pase lo que pase, siempre volverá a confiar en nosotros. Por eso, hace tiempo decidimos establecer, en todos nuestros sistemas, una rutina de doble-confianza. Así evitamos que nuestros clientes tomen una decisión precipitada o poco reflexionada. Es por el bien de nuestros androides y por supuesto, una forma de conocer las nuevas necesidades e inquietudes de nuestros clientes.
Me encantaría poder estrangularle con sus propias palabras o en su defecto ahorcarme con el cable del teléfono, eso si tuviera cable ¡malditos móviles! Opto por guardar silencio.
El tipo del teléfono, inasequible al desaliento o quizá animado por mi silencio, continúa con su explicación.
-¿Usted ha pensado en las consecuencias de esa decisión para su androide?
-¿A que se refiere?- Pregunto mientras busco con la vista un espacio adecuado en la pared para darme un cabezazo.
-Me refiero al hecho de que su memoria será borrada, desmontado y posiblemente destruido. Eso sí, de acuerdo con las normativas medioambientales, en Gente Sintética no sólo nos preocupan las personas, sino también el medio ambiente. En resumen, abandonando a su androide, poniendo fin a su relación con ella, la está condenando a muerte.
-Desconocía que ese era el destino de los androides. No lo había visto desde este punto de vista.
-Lo sabemos Don Juan, por eso nuestra compañía establece esa rutina de reflexión, para evitar decisiones precipitadas por parte de nuestros clientes. Pero también entendemos que las personas y sus necesidades cambian. Por eso le ofrecemos la posibilidad de actualizar el software y el hardware de su androide con ventajosas condiciones. Conservando en lo esencial la identidad de su actual compañera, si eso es lo que desea. Vaya… acabo de ver que hoy cumple cincuenta años. Felicidades Don Juan.
-Gracias- respondo preguntándome cómo narices sabe ese tipo cuando cumplo los años.
-Ya entiendo el problema Don Juan. Seguro que usted empieza a sentirse mayor. Necesita recuperar su juventud, sentir que todavía es capaz de hacer cualquier cosa. No debe preocuparse, en Gente Sintética nos anticipamos a sus necesidades y le damos respuesta. Dentro de muy pocas semanas, para personas con usted, en la flor de la vida, saldrá el nuevo modelo “Lolita”. ¿No ha visto nuestros anuncios? Está teniendo mucho éxito entre personas como nosotros que ya no tenemos treinta años pero nos sentimos como si tuviéramos veinte. ¿Está usted interesado? Porque ya hay una importante lista de espera. Así que cuando antes haga usted su pedido antes recibirá nuestro nuevo modelo.
-No, no gracias, no estoy interesado, yo siempre he sido igual de gilipollas, a los veinte como a los cincuenta.
-Ya bueno... Si lo desea – me interrumpe el operador un tanto desconcertado -uno de nuestros agentes comerciales, concertará una cita con usted y le explicará más detalladamente las nuevas características a las que usted puede acceder en muy ventajosas condiciones. ¿Tiene usted alguna consulta más Don Juan?
-No, ninguna… ¡Sí! joder, claro que tengo una consulta. ¿Cómo coño logro que deje de llorar?
- Muy sencillo, acérquese a ella y dígale que la quiere y que siempre estarán juntos. Con esto el llanto cesará automáticamente y también automáticamente renovará con nosotros su contrato otros dieciocho meses. Claro está, como premio a su fidelidad, aumentaremos en 1000 puntos su cuenta, lo que le permitirá beneficiarse aún más de nuestras ofertas. ¿Hemos resuelto su problema Don Juan?
- Claro que sí –respondo. Una pregunta más, sólo por curiosidad, ¿los modelos masculinos, también lloran?
- No, no señor, ¿sabe usted quién era Johnny Weissmüller?
-Pues no, no tengo ni idea.
-Pues era un...
-Déjelo por favor, ya lo averiguaré yo por mi cuenta.
-Entonces, si no tiene ninguna duda más le deseo pase una buena tarde.
Apenas he escuchado su despedida y antes de que pueda renovar mi amor por Irene suena el teléfono.
-¿Sí, dígame? Una voz femenina de un sistema automático me suelta un mensaje:
-Para mejorar nuestro servicio, le rogamos sea tan amable de atender esta pequeña encuesta...
Esta vez no cuelgo, directamente estrello el teléfono contra el suelo, al final no cambiaré de androide, pero mira por dónde sí de teléfono. Ya hacía tiempo que tenía ganas de cambiar el modelo.
Un poco más tranquilo, después de este ejercicio de libertad, digo mucho más aliviado:-Irene, cariño, soy un completo imbécil...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, aunque acabas de reafirmar mi sospecha de que somos gilipollas con las hembras hasta cuando tienen forma de androide sin sentimientos... Está complicado eso de la libertad...

Felicidades.

Javi García dijo...

No era mi intención cuando escribí esta historia abrir una guerra de sexos. Simplemente quise imaginarme una situación absurda, como cuando tienes un problema con la operadora de telefonía. Respecto a la cuestión de ser o no ser gilipollas, le preguntaré a Hamlet, seguramente él tiene una respuesta.

Fuentenebro dijo...

Como dijo Rousseau, "El hombre nace libre pero en todas partes está encadenado". Sea por miedo, por pereza incluso o por comodidad, por todas las convenciones que nos vamos echando a la espalda, por no querer hacer daño a los demás...
Los motivos son infinitos, tan infinitos como la estupidez humana.

Me gustó tu historia, ya espero la siguiente.