Los beneficios empresariales se han incrementado. Aún así la CEOE presenta un panorama desolador para el empleo. Ellos tienen la receta para evitar el desastre, la misma que utilizan desde hace treinta años, con crisis o sin ella: más flexibilidad, más desregulación, menor presión fiscal y por supuesto que sea el estado y los impuestos sobre las rentas salariales quienes sufraguen sus gastos en I+D y las necesarias inversiones en infraestructuras. Para ellos el empleo sólo es una moneda de cambio, un gasto variable que sirve tanto para mantener beneficios como para chantajear al conjunto de la sociedad con su egoísmo y miopía.
Muchos de estos empresarios han vivido durante años la ilusión de ser competitivos gracias a los sueldos bajos y a la falta de formación de sus empleados. Ahora cuando la calidad y la productividad serán los factores de supervivencia, despiertan y son conscientes de que sus beneficios no se han reinvertido en mejorar sistemas y procesos, en aumentar el valor añadido de sus empresas. Da igual, el estado protector, o mejor sería decir, el estado chantajeado, les proveerá de todo lo necesario para poder continuar viviendo en su sueño, para prolongar la ilusión de que el esfuerzo, en tiempo de crisis, sólo atañe a los trabajadores. Los salarios han retrocedido de forma constante, la presión fiscal sobre los asalariados ha aumentado, mientras los beneficios de las empresas se incrementaban y sus obligaciones fiscales se reducian. Si al menos esos indultos fiscales hubieran estado sujetos a la obligación de reinvertir, formar e investigar, es probable que ahora las circunstancias para nuestra economía fueran otras.
Acostumbrados a ese estado de tolerancia, ahora exigen un nuevo giro de tuerca a sus reivindicaciones, introduciendo otro elemento en sus amenazas. Si el estado central no les hace caso, irán a presentar sus exigencias a las comunidades autónomas. En alguna de ellas es posible que encuentren interlocutores más sensibles a sus propuestas. Una amenaza velada a sindicatos y estado. Descentralizaran la negociación colectiva allí donde puedan, individualizarán la relación laboral allí donde haya margen para hacerlo, prescindirán de la normativa social y laboral allí donde les dejen.
En tiempos difíciles el empresario responsable se esfuerza en mantener su negocio y a sus trabajadores, distribuyendo el esfuerzo entre todos e incluso con esta voluntad en ocasiones ha de tomar decisiones duras, pero no son nunca su primera y única opción. En cambio, los mercaderes se pasan al contrabando y los chantajistas amplían el número de rehenes y el montante del rescate exigido.
Muchos de estos empresarios han vivido durante años la ilusión de ser competitivos gracias a los sueldos bajos y a la falta de formación de sus empleados. Ahora cuando la calidad y la productividad serán los factores de supervivencia, despiertan y son conscientes de que sus beneficios no se han reinvertido en mejorar sistemas y procesos, en aumentar el valor añadido de sus empresas. Da igual, el estado protector, o mejor sería decir, el estado chantajeado, les proveerá de todo lo necesario para poder continuar viviendo en su sueño, para prolongar la ilusión de que el esfuerzo, en tiempo de crisis, sólo atañe a los trabajadores. Los salarios han retrocedido de forma constante, la presión fiscal sobre los asalariados ha aumentado, mientras los beneficios de las empresas se incrementaban y sus obligaciones fiscales se reducian. Si al menos esos indultos fiscales hubieran estado sujetos a la obligación de reinvertir, formar e investigar, es probable que ahora las circunstancias para nuestra economía fueran otras.
Acostumbrados a ese estado de tolerancia, ahora exigen un nuevo giro de tuerca a sus reivindicaciones, introduciendo otro elemento en sus amenazas. Si el estado central no les hace caso, irán a presentar sus exigencias a las comunidades autónomas. En alguna de ellas es posible que encuentren interlocutores más sensibles a sus propuestas. Una amenaza velada a sindicatos y estado. Descentralizaran la negociación colectiva allí donde puedan, individualizarán la relación laboral allí donde haya margen para hacerlo, prescindirán de la normativa social y laboral allí donde les dejen.
En tiempos difíciles el empresario responsable se esfuerza en mantener su negocio y a sus trabajadores, distribuyendo el esfuerzo entre todos e incluso con esta voluntad en ocasiones ha de tomar decisiones duras, pero no son nunca su primera y única opción. En cambio, los mercaderes se pasan al contrabando y los chantajistas amplían el número de rehenes y el montante del rescate exigido.
1 comentario:
Por acá, con este aceitado funcionamiento laboral y con estos niveles de productividad en franca baja, peticionás bastante bien los signos que mueven a la desconfianza en estas jornadas.
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